Diario de León
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Crítica de televisión josé maría cillero

De la vista con jurado popular contra José Bretón, —un caso que si no fuera por lo doloroso de sus detalles podría subtitularse historia de un parricidio a través del recuento de los pestañeos—, al regreso a la vida pública de la presentadora Raquel Sánchez Silva tras la trágica muerte de su marido. Por intención o por azar, los juicios públicos fueron el hilo conductor de El Programa de Ana Rosa de ayer. Gracias a enviados especiales y a expertos en el plató, pudimos saber que, contra lo que se venía diciendo, Bretón es más de tebeos de Mortadelo que de libros de prosa densa, aunque lo más destacado de la sesión fue el testimonio de Juan David, el primo de la exmujer del acusado, que se hizo pasar por su amigo para intentar arrancarle una confesión en la cárcel.

Esta comparecencia propició más de una hora de tele en directo, ágil, morbosamente entretenida y plena de momentazos en un medio que no admite silencios ni cuando aborda asuntos delicados.

Desde moviolas para comprobar si Bretón asiente, al concienzudo análisis del comportamiento de sus aletas nasales, pasando por la rosca de canutazos en pos de la pregunta más obvia. Reportera: «Juan David, mientras tu declarabas él negaba con la cabeza a todo». Testigo: «Anda que si llega a asentir...» Si resulta imposible exigir rigor a la televisión de entretenimiento, al menos hay que pedirle respeto para resolver la ecuación entre las prisas de la audiencia por condenar al acusado y los tiempos procedimentales en un Estado de derecho, y ahí el matinal de Telecinco cumple.

Los que no merecen miramiento son los juicios gratuitos e inmisericordes sobre la forma en que la gente —famosa o no— vive un duelo. Esos, aunque también emanen del pueblo, son inadmisibles incluso como argumento de tertulia rosa. Por mucho que Raquel viaje a Formentera, haga campañas publicitarias o agradezca «los mensajes de apoyo recibidos en mi Sony Xperia Zeta».

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