Diario de León

Toño Benavides y Kafka, juntos a toda máquina en ‘El Fogonero’

El leonés también acaba de ver publicado su poemario ‘Los chicos del vertedero’ .

Arriba, y en las imágenes de abajo, ilustraciones de Toño Benavides para el libro ‘El Fogonero’.

Arriba, y en las imágenes de abajo, ilustraciones de Toño Benavides para el libro ‘El Fogonero’.

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e. gancedo | león
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En ambos el sentido se agazapa tras rincones oscuros y rostros perfilados con cuatro trazos, ambos son expresionismo puro que se abre paso entre muecas y rictus, los dos son sorpresa y un súbito y último relumbre. El primero es Franz Kafka, el genio praguense, rey de los laberintos de la burocracia y de la atribulada alma humana, y el segundo, Toño Benavides, laureado ilustrador y poeta leonés que acaba de poner gesto y trazo a El Fogonero , aparecido como libro independiente en 1913 y que terminó por constituir el primer capítulo de la inacabada y póstuma novela de Kafka América o El desaparecido .

Explica Benavides que el propósito de José Ángel Zapatero, de la editorial Cálamo, fue recuperar este sugerente texto con motivo de los cien años de su publicación. «Kafka siempre es un aliciente y una llamada para los lectores —opina el artista leonés—, y la editorial vio una clara afinidad entre su estilo y el mío, algo en lo que por supuesto estoy de acuerdo». Trabajando a contrarreloj («el talento es algo que se pone a prueba y se ve precisamente ante la manecilla del reloj», dice) para llegar a la cita con la última Feria del Libro de Madrid, esta cuidada obra ya está en las librerías.

«El texto hay que leerlo, primero, de un tirón —detalla Benavides a propósito de su proceso creativo—, para hacer después una selección previa de los momentos que quieres iluminar, de aquellos en los que deseas amplificar el sentido que le da el autor». La clave, en todo caso, está en disfrutar eligiendo y descubriendo perfiles visuales a las palabras. «Si tú no disfrutas, el lector tampoco lo hará», dictamina un autor que admira ante todo «la profundidad dramática» del estilo kafkiano.

«Es mucho más sutil de lo que puede parecer —reflexiona el leonés, prolífico ilustrador, premiado varias veces por The Society for News Design por sus trabajos en prensa—. Por ejemplo, la imagen primera de La metamorfosis , de un hombre convertido en insecto, es muy potente y ha centrado la imagen que tenemos de él. Pero en relatos como éste predominan sobre todo marcos desoladores, absurdos a veces, sin grandes momentos dramáticos». «No te vende imágenes concretas, tú mismo tienes que indagar en las motivaciones de los personajes», añade.

¿Qué es lo que cuenta Kafka en El Fogonero ? «En realidad ese fogonero es un personaje secundario, el protagonista es Karl Romann, un muchacho de 17 años a quien su familia decide embarcar a América, quitarlo de enmedio, tras haber dejado embaraza a una criada», recuerda Toño Benavides. La historia continúa con Karl trabando amistad con un fogonero que le cuenta sus problemas y le hace partícipe de las injusticias del capitán, personaje muy dado a promocionar a los más mediocres y no a los mejores. Imbuido «por ese afán de justicia social tan propio de los jóvenes», Romann decide defenderlo en una reunión con la máxima autoridad del barco, ya anclado en el puerto de Nueva York, y ante otros personajes. «Uno de ellos, sorpresivamente, es un tío del protagonista, senador de Estados Unidos, quien le aparta de esa tensa situación como ya antes le apartara su familia del problema anterior», cuenta el ilustrador.

«Es la historia de un hombre que no es capaz de defenderse, que en su país natal no le dejan enfrentarse a la vida y a quien después tampoco dejan elegir sus amigos ni sus causas». El asunto es el de la sobreprotección. «A veces la vida, tratándote bien, demasiado bien, no te deja vivir al no dejarte tener tus propios problemas». Y concluye Benavides: «La vida tiene que doler, si no, no es vida».

Versos pasionales

Pero El Fogonero no es el único libro que acaba de llegar al mercado con la firma de Toño Benavides: su prisma de original versificador ha labrado Los chicos del vertededor (Canalla Ediciones), primer poemario que califica de «pasional y exacerbado». Un volumen que recoge una serie de creaciones que versan sobre situaciones cotidianas («si un escritor no escribe sobre lo que tiene delante, la verdad, no sé sobre qué puede escribir», mantiene) y con un fuerte carácter narrativo. La impronta leonesa y rural —o aquello en lo que hoy se ha convertido lo rural— aparece en muchas de sus páginas. Así, en el poema titulado La huida se leen versos tan proteicos y genuinos como éstos: «Vieron patios y corrales como tumbas abiertas. La osamenta de los tractores, el costillar de la maquinaria, los huesos y la quincalla de varias vidas pidiendo clemencia bajo el sol, entre zarzas y guijarros». O también: «Vieron otros chicos jugando al billar en ropa de playa, en medio de campos de trigo y cosechadoras, a doscientos kilómetros del mar, y su futuro se acercaba como una serpiente bajo el agua». Y es que Benavides (León, 1961) es, ante todo, y así se siente, un contador de historias. Comenzó como dibujante de cómics pero vive básicamente de la labor ilustradora, en prensa y también gracias a la aparición de múltiples editoriales pequeñas «llenas de ilusión y que deciden arriesgar». Trazo, palabra... «en realidad todo parte de un mismo impulso visual, luego tan sólo has de elegir un lenguaje u otro».

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