Diario de León

¿Quién fue ‘el tío Perruca’?

Igüeña recordó con palabras, música y senderismo la singular novela costumbrista del padre Benigno Suárez, tan desconocida y necesitada con urgencia de reedición.

Arriba, la portada original, y a la derecha, tamboritero del Bierzo Alto en una de las imágenes incluidas en la obra.

Arriba, la portada original, y a la derecha, tamboritero del Bierzo Alto en una de las imágenes incluidas en la obra.

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e. gancedo | león
León

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El momento culmen de El tío Perruca , la novela de Benigno Suárez Ramos sobre un arriscado cazador de osos del Bierzo Alto —un paisano con todas las letras y en el más pleno sentido que esta palabra adquiere en nuestra tierra—, tiene lugar cuando el señor Josepín, apodado el tío Perruca, se enfrenta a una tremenda osa en abrazo mortal. El protagonista de la obra y su joven ayudante, el Raposín, la habían sorprendido y disparado (al grito alborozado de ‘¡yá cayóu!’), pero sólo consiguieron malherir al plantígrado, que se agarró desesperado al tío Perruca. Ante tan difícil panorama, con ambos contendientes cubiertos de sangre, el criado se abalanza con idea de apuñalar a la osa con el cuchiello . Y es entonces cuando toda la necesidad, todo el arrojo y toda la retranca de nuestro paisanaje montañés sale a relucir:

—¡Nun la pinches, on! ¡Qui estrupeyas il pelleyu!

Así era el tío Perruca. Y así se cuenta en una novela publicada en 1976, ambientada en Igüeña, que muy pocos conocen: contó con una única edición y actualmente resulta muy difícil de encontrar. Ayer, un grupo de amantes de la cultura, el paisaje y las tradiciones del Bierzo Alto se reunió para recordar aquella obra y a su autor, el religioso Benigno Suárez, y para revalorizar sus valores y contenido. Y así, el acto constó de una ruta de senderismo por algunos de los parajes comarcanos en los que transcurre la novela —en especial el Valle de Bubín— y una lectura de fragmentos de El tío Perruca a cargo de los escritores Manuel Cuenya, Abel Aparicio, Nicanor García Ordiz, Daniel Guerra y Ester Folgueral bajo la coordinación de Francisco L. Pozo. Las notas de música popular corrieron a cargo de Manolín, el tamboriteiru del cercano Quintana de Fuseros con su flauta y su tamborín, el dúo de instrumentos propio de estas tierras y de gran parte de León y que también aparece en la obra.

Uno de los pocos estudiosos que han investigado la obra, el filólogo Héctor García Xil, recordaba ayer a este periódico que uno de sus principales atractivos consiste sin lugar a dudas en el tipo de idioma empleado. «La obra está escrita en castellano pero los personajes, cuando lo hacen, intervienen en su lengua propia, el asturleonés del Bierzo Alto, recogida además de una forma muy fidedigna», explica García Xil, quien hace diez años ofreció una comunicación sobre el libro en unas jornadas lingüísticas en Asturias. Este experto subraya lo «desconocido» de la obra y lo «difícil» que resulta adquirirla, por lo que pide y espera de la sociedad e instituciones del Bierzo Alto una pronta reedición. García Xil remarca que la fala presente en el texto es un tipo de leonés occidental «que encaja perfectamente en la variante que conocemos según los trabajos de campo existentes, la toponimia y también los restos actuales», de modo que no constituye «ninguna recreación lingüística falsa o llena de errores garrafales, como ocurre en otras obras».

Sobre el autor, recuerda Héctor García que procedía de la zona y que en cierto modo su Tío Perruca practica un homenaje a los vecinos del valle, a sus costumbres, tradiciones y al entorno natural en el que residen. La obra está editada en Guipúzcoa, donde residió Suárez Ramos, y desde donde probablemente, como reflexiona este filólogo, «rememoró con nostalgia las cosas propias de su comarca natal». De hecho, y a su juicio, Suárez reelaboró y actualizó en un espacio concreto la anécdota relatada al principio —existente en muchas otras zonas de montaña de toda la Península—.

Josepín, el tío Perruca (a su mujer la apodaban La Tía Curuxa) quedó «con la cara desfeicha» («¡pero agora, iquí me tien!», dice a su regreso), y la única razón capaz de aportar para tanta desventura es ésta:

—La afición fiyu, la afición.

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