Diario de León

MINORÍAS ABSOLUTAS

Maneras de vivir

Publicado por
RAFAEL SARAVIA
León

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Regreso en un minibus desde Quetzaltenango hacia Ciudad de Guatemala. Somos apenas ocho personas. De ellas dos son catalanes, dos costarricenses, uno guatemalteco, un maestro maya y un poeta garífuna de la región de Livingston. Cada uno con una percepción de la vida muy distinta. Asentados en columnas culturales radicalmente diferentes... de un lado al otro del océano, de un lado al otro de las creencias y visiones del mundo y sus entresijos. Todos nosotros de un lugar u otro pero aferrados a la palabra conciencia y a la raigambre intelectual que supone la palabra historia en nuestra cultura. Por ello, en estos días de intercambio intelectual y político con jóvenes de múltiples países, me chirría en la intemperie de las palabras vacías esas declaraciones de Yelena Isinbayeva, deportista afín a una estética más que dudosa del mundo, cuya máxima para defender una conducta homófoba tan patética como irrisoria, es la de acogerse a ese comodín multidisciplinar que algunos ven en la palabra cultura histórica. Dice la diva del deporte que hemos de respetar la historia y tradición rusa, amen de sus leyes, como si en esas palabras uno amparase la verdad universal. La ley no es más que una asunción normativa de un pueblo para poder regular el bienestar del mismo. Por tanto, cambiable en la medida que el pueblo demande cambio. Y la historia... la historia, debemos recordar, no es más que un fragmento de memoria que testifica el paso de tiempo y sus acontecimientos... es decir... no marca un dogma moral, sino que atestigua una realidad que palpita y cambia a lo largo de los siglos.

Hoy, en el siglo XXI, un pueblo como el ruso, no se puede permitir ultrajar los derechos más fundamentales del ser humano en nombre de tradiciones arcaicas y retrógradas. Hoy, en el siglo XXI, no debería ser entendible que una joven deportista que ha viajado por el mundo, asuma una ley que permite que apaleen, graben y vejen a un ser humano ante la presencia de autoridades del orden publico, sin que hagan nada por penalizar a esos criminales. Vengo de un encuentro donde culturas de muchos países se han dado la mano; y pese a contar con diferencias radicales en la manera de entender y ordenar el civismo en cada lugar, todos hemos estado de acuerdo en que esta exposición de homofobia en un pueblo como el ruso, es algo más que una triste exhibición de vergüenza para sus gobernantes. Es una grave incursión en ese terrorismo de estado que no pueden dejar pasar de largo ni mirar hacia otro lugar los habitantes del mundo.

Sabemos que hay muchas maneras de vivir y entender la vida, y siempre la heterodoxia suma riqueza a los pueblos. Pero jamás debemos asumir aquellas que atentan contra los derechos más fundamentales de la vida. La condición sexual de cada cual ha de ser patrimonio exclusivo del individuo, y nunca podremos aceptar la violencia y la humillación por mucha tradición que guarde un pueblo.

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