Diario de León
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Opinión | javier martín domínguez

En aquellos años setenta, que acumulan tanta nostalgia encima que ya parecen sepultados en la resaca de Vietnam, la televisión fomentó la presencia de lo informativo con reporteros en el campo de batalla y con voces sólidas al frente de los noticiarios. Periodistas hechos para otra cosa, sobre todo para juntar palabras y ordenar noticias en periódicos, tuvieron que dar la cara en el medio. Ocurrió en la BBC con un David Frost, y en TVE con Martín Ferrand. Ambos subían de tono las noticias.

Lo que contaban iba a misa. Sabían medir la actualidad de forma cabal y contar con tal aplomo las historias, que daban credibilidad a la pantalla con su verbo catódico. Ferrand hizo muchas cosas. De buenas columnas a organizadas redacciones. Creó un informativo nocturno de mesa camilla, rodeado por un equipo que capitaneaba con aguda solvencia y aventando el tufo a ‘parte’ oficial. Lo mismo que en Hora 25 . Fue otra forma de contar las noticias en aquellos tiempos de locutores encorsetados.

Estos hombres que sabían escribir y sabían hablar, hicieron fortuna en el medio. Lo conquistaron porque les creía su público. Frost fue la imagen de la verdad frente al denostado Nixon. Ambos dos trascendieron su oficio porque eran hombres de su tiempo y comprometidos con el. Abrieron nuevas ventanas a la forma de manejar la información como sabios de una galaxia multimedia que ellos entretejían desde aquel entonces.

Han seguido hasta el último día al pie de su columna o de su cámara, del micrófono y de la pluma. Un veterano del oficio alababa en una ocasión a un colega por su buen tránsito de la galaxia Marconi a la de Gutenberg, de vuelta de la televisión a la prensa. «Muchos no lo logran porque la tele les hace vagos y no llenan el folio». Frost y Ferrand sabían escribir y hablar para el medio, navegar con tesón y solvencia en todos los soportes, por formación y destreza. Esta profesión de comunicar alcanza su verdadera dimensión en la talla de los profesionales que despuntan. Frost y Ferrand son columnas que sostienen el peso específico del gran periodismo moderno.

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