Diario de León

Los contenedores de la cultura

Más de una docena de museos han abierto en la última década, con inversiones millonarias y poco público.

León

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Los grandes ‘contenedores’ culturales de León han sido construidos en la última década. Centros de arte que han brotado con un entusiasmo comparable a la ‘fiebre’ que llenó la provincia décadas atrás de teleclubes y centros de interpretación. Inversiones millonarias en edificios que, tras la euforia inicial, no han tenido el respaldo de público previsto. La crisis no sirve como excusa cuando museos como el Prado, el Reina Sofía y el Thyssen han conseguido sus mejores resultados en plena recesión. Mientras algunos expertos abogan por una reorganización (limpieza) del mapa museístico de todo el país, otros auguran la desactivación de los más débiles, es decir, los menos rentables en términos de presupuesto y visitantes.

Los nuevos santuarios del arte ocupan modernos edificios que, como en el caso del Musac, han rivalizado con la oferta cultural del interior. Otros, como los palacios de Don Gutierre y del Conde Luna o los museos Etnográfico de Mansilla y de la Siderurgia de Sabero, se han acomodado en antiguos conventos, palacios y herrerías que no fueron concebidos originariamente para actividades artísticas.

La construcción de un nuevo megacomplejo cultural en el despoblado municipio de Cerezales del Condado, a cargo del prestigioso estudio de arquitectos de Alejandro Zaera Polo y Maider Llaguno, por 3,5 millones de euros, obliga a replantear la ‘eficacia’ de todas la infraestructuras culturales de la provincia. A pesar de que la cultura no debe medirse exclusivamente por la respuesta del público y teniendo en cuenta los recortes presupuestarios, no deja de ser llamativo que el Musac ‘devore’ 4,6 millones de euros este año y sólo haya recibido 29.073 visitantes. El Musac hizo su propia receta contra la crisis: alargar las exposiciones y paralizar la compra de obras para la colección. El próximo año, sin embargo, dispondrá de 320.000 euros ‘extra’, de los que 70.000 se destinarán a ampliar los fondos de este centro de arte que llegó a superar los 150.000 visitantes anuales.

La Fundación Cerezales, que preside el poderoso magnate Antonino Fernández Rodríguez, propietario de la cervecera mexicana Grupo Modelo, leyenda viva de los indianos leoneses y empeñado en llevar la cultura más exquisita a su localidad natal, no depende de resultados, quizá por ello se ha permitido ‘el lujo’ de mostrar en una población de 110 habitantes obras de grandes artistas como Richard Serra, premio Príncipe de Asturias 2010, o las instantáneas de la fotógrafa de la agencia Magnum Cristina García Rodero.

Al Emperador la crisis le ha dejado en dique seco. Lleva siete años cerrado y el Inaem no tiene dinero para reabrirlo como teatro, después de que el ministerio que preside José Ignacio Wert haya desestimado transformar el edificio diseñado por Cárdenas en 1952 en sede de las Músicas Históricas, como había planificado el expresidente Zapatero.

Los que menos suenan

El Auditorio también vive horas bajas. Este santuario de la música diseñado por los arquitectos Tuñón y Mansilla —autores también del Musac—, lleva años sin programación estable. Sólo alza el telón para las funciones que vienen avaladas por la Red de Teatros de Castilla y León, los conciertos del ciclo de Músicas Históricas que sufraga el Inaem, los que organizan fundaciones como Eutherpe y las compañías que quieran arriesgarse a estrenar en esta capital. Lejos quedan ya los tiempos en los que el Ayuntamiento destinaba una partida próxima al millón de euros para traer a las mejores voces de la lírica —desde José Carreras a Kiri Te Kanawa o Ainhoa Arteta—. Peor suerte ha corrido la Fundación Vela Zanetti, que no ha organizado ningún actor para conmemorar el centenario del nacimiento del autor del mural de las Naciones Unidas. Las exposiciones temporales que acoge la Fundación Vela Zanetti, ubicada en el Corral de Villapérez, las costean los propios artistas.

El Palacio del Conde Luna, tras una larga y costosa restauración, está infrautilizado y el palacio de Don Gutierre es un batiburrillo de oficinas municipales, con apenas un pequeño ‘hueco’ para exposiciones. El Museo de León y el de la Siderurgia, con presupuestos ‘modestos’, ofrecen múltiples exposiciones y talleres a lo largo del año para complementar sus ‘monolíticas’ colecciones.

El Museo Bíblico, que inicialmente financiaban Caja España y Eulen, está atrapado por las limitaciones de espacio y las dificultades de renovar sus exposiciones, que dependen de los suministros de antigüedades que les proporciona el conservador jefe del museo y anticuario parisino Francisco Antonovich.

La Fundación Cerezales, para quien las cifras de público son una cuestión secundaria desde el momento en que abrió sus puertas en una zona con una densidad de población de 11 habitantes por kilómetro cuadrado, es de las pocas instituciones culturales que da prioridad a lo que experimentan sus visitantes y no al número de los que cruzan la puerta.

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