ránking de triunfadores de la temporada taurina
Padilla, líder de 2013, se siente "pletórico y definitivamente recuperado"
PACO AGUADO
El torero Juan José Padilla, líder en el ránking de triunfadores de la temporada taurina que acaba de terminar, se siente "pletórico", señala a Efe en una entrevista en la que analizar un año durante el que ha rematado prácticamente la recuperación de la cornada que sufrió hace dos años en Zaragoza.
"Liderar el escalafón era algo impensable hace sólo dos años por estas fechas -asegura Padilla-. Entonces sólo me planteaba el reto de volver a vestirme de torero para demostrarme que ese percance, por severo que fuera, no iba a ser suficiente para dejarme sentado en casa. Así que este liderato ha sido un regalo más de los muchos que la vida me ha dado desde entonces".
"Ya en 2012, en momentos más duros clínicamente, hice una campaña buena y extensa. Pero este año le he dado otra vuelta de tuerca a la situación, y sumando en América bastantes más corridas que las 66 que he toreado entre España y Francia", añade el diestro de Jerez.
Padilla ha conseguido quedar en cabeza del escalafón alternando su presencia en los ruedos con dos intervenciones quirúrgicas más -ya suman diez- y permanentes tratamientos para corregir las secuelas de su grave percance de Zaragoza, hasta el punto de que considera que los médicos se han convertido en parte de su familia.
La primera de esas operaciones, sólo unos días antes de que el jerezano toreara en Fallas, consistió, como relata él mismo, en "alinear la mandíbula desplazada para volver a tener una mordida natural, pues desde la cornada tenía unos dolores intensos en el músculo masetero".
La segunda, a mediados de octubre y después de torear en Zaragoza, fue "para reducir el acúfeno del oído", el zumbido que tiene "desde el mismo momento de la cornada, y para recuperar la audición entre quince y veinte decibelios. Ya sólo me queda una última intervención en el párpado derecho, que ha quedado atrofiado, de cara a reconstruirlo estéticamente", explica.
"De todas formas -matiza sin buscar reconocimiento- siempre dije que mi recuperación debería ir en paralelo al ejercicio de mi profesión. Mentiría si dijera que todo eso no ha supuesto un gran esfuerzo, pero ha merecido la pena. Poder vestirme de luces me ha hecho soportarlo todo, superarme y conseguir nuevos sueños, como el de torear la corrida de Beneficencia de Madrid".
Entre sus hitos de la temporada 2013, señala "la tarde de la feria de Abril de Sevilla, la de Fallas de Valencia y la de San Fermín de Pamplona, que fueron preciosas". Pero también ha cuajado "varios toros en Francia, en las ferias de Mont-de-Marsan y de Dax" e indultó a otro de Gavira en Osuna.
"He hecho faenas muy interesantes, y con mucha regularidad. Pero en esa tarde de Sevilla además se vio que dentro de mí hay un toreo de mucho sabor. Ahora me ilusiona profundizar en un toreo de más sentimiento que llevo dentro y que tiene que ir saliendo poco a poco", reconoce el de diestro.
Para Padilla, el final de temporada con un triunfo en Zaragoza "no ha podido ser más bonito. Torear en esa plaza no me trae malos recuerdos, al contrario. Zaragoza es para mí un lugar que me provoca alegría, porque marca un antes y un después en mi vida".
Pero este año, dos después del grave percance sufrido en ese mismo ruedo, el triunfo ha tenido un matiz emocional añadido, pues Padilla se lo dedicó, con un sentido brindis al cielo, a la piloto de automovilismo María de Villota, fallecida dos días antes y que, como él, perdió un ojo en un accidente profesional.
"Su muerte me causó una gran tristeza. Dos días antes de morir, María me llamó para decirme que me mandaba dedicado un ejemplar del libro que estaba a punto de salir a la calle y en el que yo mismo he participado. La noté feliz y es una pena inmensa que se haya ido con esa vitalidad", recalca el torero, que tenía una estrecha relación con la automovilista.
"Este año -recuerda- tuve la oportunidad de invitar a María a una barrera en Madrid, en la corrida de Beneficencia, y le pude brindar un toro. Era una mujer con un potencial de vida, de ilusión y de carácter extraordinario. Su sonrisa, después de tanto dolor, era un ejemplo de superación, y por eso sentí que tenía que dedicarle la tarde de Zaragoza".