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El esplendor mágico de Modesto Llamas

El histórico artista presenta en el ILC el mejor resumen de una trayectoria de más de cincuenta años y dona cuatro grandes retratos de escritores leoneses a la Diputación.

Modesto Llamas y su retrato de Gamoneda, uno de los que ha donado a la Diputación.

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marcelino cuevas | león
León

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Más de un año de ímprobo trabajo ha sido necesario para que Luis García y su equipo hayan podido dar por culminada la recopilación y la catalogación de la obra de Modesto Llamas, y a partir de hoy podemos ver el resultado de su labor en la exposición retrospectiva que presenta el ILC. Con este motivo, el pintor ha donado a la Diputación sus retratos de Pereira, Gamoneda, Crémer y Pérez Herrero, con la intención que sean la semilla de «un museo artístico de la provincia leonesa».

Modesto Llamas es hombre de mirada inquisidora y sonrisa irónica. Modesto Llamas ve el mundo de una forma diferente, con intensos verdes y portentosos rojos que están lejos de cualquier catálogo de colores. Y con ellos pinta lujuriosos paisajes, oscuros y frescos bodegones, pero sobre todo pinta hombres… y se pinta a sí mismo. Modesto tiene siempre la mosca tras la oreja y escruta con agudeza su escenario vital para acabar siempre en el espejo que le devuelve su propia imagen. Y ahora todas sus visiones se reúnen en la gran exposición antológica que presentó ayer el ILC.

Llamas Gil ha recorrido un largo camino que posiblemente no fue el que imaginó cuando se fue a Madrid a mediados del siglo pasado con una beca de la Diputación para estudiar en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando. Él hubiera querido sumergirse en la vorágine cultural de París, Londres, Nueva York… o simplemente, de Madrid. El artista siente que se ha quedado en pintor periférico y este adjetivo remueve su conciencia. «He visto cómo mis amigos, los compañeros que decidieron dedicarse sólo a la pintura, que han vivido en los lugares donde nacen las tendencias, donde existen medios que dan a conocer al mundo su trabajo, han llegado mucho más lejos que yo».

Monumental catálogo

Y lo dice ahora, cuando ha llegado el momento de entregarle el enorme catálogo en el que el Instituto Leonés de Cultura ha reunido la larguísima relación de su obra, casi un millar, aunque hay muchas más. «Yo he tenido unos objetivos claros en mi vida, el primero mi familia, a la que me dediqué de cuerpo y alma. El segundo mi profesión docente, con la que luché hasta el tiempo de mi jubilación. Y el tercero… la pintura, a la que dediqué la mayor parte de mi tiempo libre, de esos momentos que eran solamente míos y que, creo, no han sido suficientes».

Ayer, la presidenta de la Diputación, Isabel Carrasco, le hizo entrega de ese monumental catálogo («Modesto, esta es tu vida»), y él reflexionó que es solo una pequeña porción de ella, de esa existencia que ha compartido, desde los tiempos en los que asistía a clases de Demetrio Monteserín, con Petra Hernández, su esposa, que también habrá sentido en algún momento esa falta de tiempo para dedicarse a la pintura.

En sus tiempos de estudiante, Llamas copió con buena mano cuadros representativos del Museo del Prado, por ejemplo el Caballero de la mano en el pecho , del Greco. «Me lo exigían en la Diputación, cada curso debía entregar a la institución una copia del Prado y no era fácil hacerla. Había una gran cantidad de copistas y no dejaban pintar a más de dos por cada sala. Así que uno pintaba la que podía, no lo que quería». Modesto Llamas siempre estuvo integrado en los movimientos culturales de León. Y así, conoció y fue amigo de los mejores escritores del siglo XX. Por eso sus retratos forman parte importante en la carrera del artista. El pintor supo captar con enorme acierto la esencia de la personalidad de unos escritores que han sido precursores de la generación que ha convertido a León en la tierra más feraz de la península en literatura.

Amigos literatos

Explica Llamas que esta serie de retratos la realizó siguiendo una propuesta de Gamoneda y, sobre todo, porque todos ellos eran grandes amigos. «Tuvieron una gran paciencia al posar para mí en largas sesiones, y conservo estos cuadros como una parte importante de mi trabajo».

Las obras de Llamas están impregnadas de la frescura insolente de los que saben bien lo que hacen. Su formación académica quedó a un lado cuando se decidió a caminar por los senderos del expresionismo y de la abstracción, por esos caminos que la niebla esconde y donde las figuras van desdibujando sus formas para dar paso a las emociones, a los sentimientos, a los latidos del corazón del artista. Modesto Llamas Gil, a pesar de su envidiable juventud, tiene el poso de los grandes artistas. Su carrera es larga y en ella ha dado los pasos necesarios para llegar al glorioso trono en el que ahora se afianza con todo merecimiento.

Por Modesto Llamas Gil los años pasan sin dejar huella, su mirada sigue siendo tremendamente perspicaz, su pulso firme, y su imaginación no cesa de producir imágenes en perfecta concordancia con el correr del tiempo. Sus obras son tremendamente actuales, están llenas de vigor y, como decía Luis García Zurdo, al contemplarlas «tienen el pulso firme de los pintores barrocos».

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