Las teles públicas
Crítica de televisión mikel labastida
Desgraciadamente lo que están contando, ahora, los trabajadores de Radio Televisión Valenciana no es ninguna exclusiva que nadie no conociese.
Las (malas) prácticas en esta emisora pública eran tristemente célebres.
La novedad de la semana ha sido que los propios empleados del ente autonómico lo han denunciado. Ahora. Esta semana hemos asistido a la insólita imagen de ver un plató de informativos ocupado por la plantilla de la cadena protestando por su cierre. No era la primera vez que algo así ocurría en la tele valenciana. Hace unos meses contemplamos un acto similar cuando se anunció un expediente de regulación de empleo (declarado nulo, por cierto, por ambiguo y subjetivo). En los 23 años anteriores no había sucedido algo parecido. Ni un fundido a negro, como los que sí ha habido en Telemadrid, por ejemplo. Y no porque no hubiese motivos para dar un golpe sobre la mesa. Los había. Se estaba vulnerando el derecho constitucional a la información. Pero nadie salió a defenderlo.
Y ese es el problema. Nadie ha preservado nunca el verdadero espíritu de los canales públicos. Durante años hemos visto cómo los políticos, de un color y de otro, los han puesto al servicio de sus intereses y los han usado a su antojo, deformando la finalidad para la que fueron fundados. Y ahora, cuando les estorban, se los quitan de encima. El Gobierno valenciano aprobó ayer un decreto ley de urgencia para modificar la norma reguladora del Estatuto del ente público. El director general de Telemadrid, por otro lado, afirmó que aplaudiría que se clausurase la emisora de la que es responsable si se anula el ERE que también allí se ha emprendido.
No voy a entrar en la discusión interesada de si este derecho es tan importante como el de la sanidad o el de la educación. Porque si elegimos ahora, tarde o temprano también deberemos escoger entre qué se necesita más, si un hospital o un colegio. Las teles públicas son precisas para informar y formar, para promover la cultura, para suscitar el debate plural.
La cuestión es que, por decisión de unos y connivencia de otros, este derecho ha caído en el olvido.
Y conviene recordarlo.