Diario de León
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antonio paniagua | madrid
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Luis Goytisolo es un grafómano. Cuando purgaba condena como preso político del franquismo en la cárcel de Carabanchel, tomó notas sobre papel higiénico para componer Antagonía, su novela más ambiciosa, una tetralogía de más de 1.000 páginas en las que combina la autobiografía con la crónica sarcástica. Una gran novela que se ha convertido en pieza clave de la narrativa española contemporánea y una obra hercúlea, en que la asoma el espíritu ácido y corrosivo que siempre ha distinguido al autor barcelonés. El aislamiento de la celda, un castigo de 35 días impuesto por seguir una huelga de hambre, le sentó bien Goytisolo, al menos a su faceta de escritor. Los barrotes espolearon su imaginación. Por eso ayer apeló al humor y consideró «fecundo» ese enclaustramiento.

Escritor difícil, de los que no hacen concesiones al lector, pertenece a esa estirpe de prosistas, como Proust y Joyce, que zarandearon la novela, sin renunciar a cierto compromiso cívico y moral. De Antagonía dijo Vargas Llosa: «Para mí, las mejores páginas, las más logradas y conmovedoras del libro, son aquellas que describen la atmósfera claustral, castrada, asfixiante y enajenada de la dictadura». Antagonía es, pues, la culminación de toda su obra. Recuento (1973), cuya publicación en España llegó dos años después, representa la primera entrega. Siguieron después Los verdes de mayo hasta el mar, La cólera de Aquiles y Teoría del conocimiento. Algo debe estar incrustado en los genes de los Goytisolo para que tres de ellos se hayan dedicado a la literatura. Su hermano José Agustín era un enorme poeta de la generación del 50 y Juan, afincado en Marraquech, sigue dando guerra con su tenaz disidencia.

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