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Gilliam, ese auténtico Quijote

El cineasta británico desempolva por enésima vez su ansiado proyecto de dirigir una película sobre el caballero manchego, que esta vez podría rodarse en las Canarias.

Terry Gillian y Jean Rochefort, durante el fallido rodaje de ‘El hombre que mató a don Quijote’.

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magdalena tsanis | madrid
León

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Tenaz y soñador como el auténtico caballero de la Mancha, Terry Gilliam ha vuelto a resucitar el proyecto maldito de Don Quijote , una película que lleva más de 20 años tratando de sacar adelante. Salvo molinos de viento gigantes, el cineasta británico ha tenido que hacer frente a todo tipo de infortunios —tormentas apocalípticas, batallas financieras o achaques de salud de los protagonistas— en la persecución de su gran sueño creativo.

Aunque quizá lo más inaudito, a sus 72 años —que cumplió el pasado viernes—, sea precisamente haber logrado mantener el empeño para volverlo a intentar, tal y como confirmó esta semana en Londres en una rueda de prensa junto a sus compañeros de Monty Python. «Es un tipo que no logra ver las cosas como las ven los otros. Exactamente como yo. Don Quijote soy yo», llegó a decir el director de películas como Brazil , Doce monos o El rey pescador .

Numerar las veces que lo ha intentado —tres, siete, diez— depende de lo que cuente como intento. De lo que no hay duda es de que en una ocasión, en el año 2000, estuvo muy cerca de lograrlo. Con un reparto formado nada menos que por Jean Rochefort (Quijote), Johnny Depp (Sancho) y Vanessa Paradis (Dulcinea), y un presupuesto muy ajustado, unos 32 millones de dólares, Gilliam se lanzó a rodar en tierras de Navarra.

La aventura del rodaje de The Man who killed don Quixote duró exactamente seis días, tal y como cuentan Keith Fulton y Louis Pepe en Lost in La Mancha (2002), un documental que iba a ser el típico making of y acabó convertido en un «cómo no se hizo».

Un desastre tras otro

Los estruendosos vuelos de aviones del Ejército cruzando el desierto de Las Bardenas en plenas tomas y los extras que no habían ensayado no fueron nada comparado con lo que vino después: lluvias torrenciales que se llevaron por delante decorados y equipos, y una doble hernia discal que impidió a Rochefort seguir cabalgando sobre Rocinante. Incluso para Gilliam, un hombre acostumbrado a luchar contra la adversidad — Las aventuras del barón Munchausen (1988) se pasó tanto del presupuesto que la compañía aseguradora tuvo que hacerse cargo del rodaje—, aquello fue demasiado.

Esta vez, la aseguradora no continuó con el rodaje, pero se quedó con los derechos del guión, lo que empujó al director a una nueva batalla para recuperarlo. En 2008 Gilliam reflotó el proyecto y fichó a Robert Duvall como don Quijote. En principio Depp seguía en el barco, pero su agenda rebosante de proyectos hizo que lo sustituyera Ewan McGregor. Todo estaba a punto y el equipo llegó a viajar a Segovia para buscar escenario, pero entonces desapareció la financiación y Gilliam se vio una vez más en la casilla de salida.

Del nuevo proyecto, poco se sabe de momento, sólo que está previsto que se ruede en Canarias. Y no parece probable que Depp vaya a estar en el reparto, dado que el actor anunció hace un año un acuerdo con Disney para hacer su propia versión.

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