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Los impostores

Algunos de los principiales iconos de León no son auténticos, sino que fueron sustituidos por réplicas.

León

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Son réplicas exactas o con un toque ‘contemporáneo’. Algunos de los iconos de León han sido suplantados por impostores. Estatuas, gárgolas y veletas que el tiempo ponía en grave riesgo de conservación fueron sustituidas en las últimas décadas por copias.

El caso más llamativo es el del gallo de San Isidoro. En el año 2000, las obras de restauración de la torre de la colegiata obligaron a bajar el gallo-veleta. El vigía de San Isidoro ha dado lugar a muchas leyendas, entre ellas, que alertaba con sus cánticos cuando las tropas moras de Almanzor se acercaban para atacar la ciudad. Lo cierto es que el gallo, en el que eran visibles los impactos de las balas de los soldados napoleónicos, quienes intentaron derribarlo de su atalaya creyendo que era de oro, resultó ser una pieza enigmática y de un valor incanculable. Los análisis del polen encontrado en el interior de la veleta certificaron que era del siglo VI —cinco siglos más antigua que la basílica de San Isidoro—. Se trata de una pieza persa-sasánida anterior al Islam. Tras su limpieza y restauración, el gallo fue encerrado en una vitrina en el claustro de la colegiata. En la torre colocaron una réplica prácticamente exacta, fundida en bronce y con una capa de oro.

Tampoco el San Jorge que custodia la entrada de Botines es el original. La estatua que durante sesenta años presidió la fachada principal del edificio de Gaudí fue diseñada por el propio arquitecto catalán y labrada en Barcelona por el escultor Antonio Cantó en 1893. Un año antes posó para el modelado el también escultor Lorenzo Matamala Piñol, fiel colaborador de Gaudí.

En 1951, tras el desprendimiento de la mandíbula del dragón, se encargó su reparación a una empresa de mármoles leonesa, pero la intervención no dio el resultado aconsejado y, como consecuencia, San Jorge perdió un brazo, parte de la lanza y al dragón se le cayó la mandíbula inferior. Los expertos aconsejaron, por prudencia, su desmonte. En 1956, se colocó finalmente la réplica del escultor leonés Andrés Seoane. Cuando Caja España decidió reordenar su archivo histórico en 1997 descubrió unos negativos fotográficos con las imágenes de la talla original.

La sorpresa de San Jorge

Gaudí siempre tuvo claro desde los primeros bocetos (de diciembre de 1891) que colocaría un San Jorge en la casa de Botines. En 1952 cuando se desmontó la talla tuvo lugar un hallazgo inesperado: en el interior de la estatua había un tubo de plomo que preservaba los dos únicos planos que hoy existen firmados por Botines junto a varios ejemplares del diario leonés El Campeón, de enero y febrero de 1892, con noticias sobre el solar en el que se erige el edificio, así como el acta donde los promotores certifican los plazos y quiénes son los responsables de la obra. El pasado mes de junio la estatua San Jorge de Seoane pasaba por el ‘quirófano’ para restañarle varias heridas y reparar su maltrecha lanza. Fue una intervención ‘in situ’.

Andrés Seoane también tuvo la misión de copiar en los años cincuenta la Virgen Blanca de la Catedral. Su réplica lleva cuatro años sola en el pórtico, después de que 23 santos y apóstoles fueran apeados por su delicado estado de conservación. Desde entonces, el Cabildo especula con la necesidad de colocar réplicas y mantener en el interior del edificio gótico las esculturas medievales. La crisis ha dejado en suspenso la restauración de estas estatuas que sufren amputaciones y han perdido por completo la policromía original. De hecho, la fotografía más antigua que se conserva de la Virgen Blanca, tomada por Jean Laurent en el año 1890 y que se conserva en la archivo de la Catedral, demuestra que la talla aún tenía la preciosista decoración con la que los artistas de la Edad Media decoraban las esculturas.

Héroe decapitado

En octubre el 2000 Don Pelayo perdía la cabeza. Los bomberos, con un poderoso brazo articulado y previa colocación de un andamiaje móvil, procedían a bajar al pétreo héroe de su atalaya. Los técnicos habían avisado del previsible desplome de la estatua. De hecho, los vecinos asistieron a una continua «lluvia» de piedras de la muralla, lo que obligó a acordonar la zona. El Ayuntamiento encargó primero la restauración al escultor leonés José Ajenjo, con un presupuesto de 42.000 euros. Finalmente, Ajenjo sería extrañamente apartado del proyecto y se encargó una réplica a los alumnos de la Escuela Taller. El original quedó descuartizado y la cabeza se guardó en el sótano del consistorio de San Marcelo, mientras que piernas, tronco y hombros se depositaron en los dominios de la Colegiata de San Isidoro. La estatua ya había sido apeada en 1977 para una restauración, ya que se balanceaba peligrosamente los días de viento, según las crónicas de la época.

Las dos gárgolas que se desplomaron de la Catedral en diciembre de 2006 fueron sustituidas por réplicas. La diferencia está en el peso. Las gárgolas originales, de 120 centímetros de longitud, superaban los cincuenta kilos, mientras que las ‘copias’ son absolutamente livianas. El objetivo es que cumplan la función de desagüe, sin aportar peso a una Catedral de por sí muy frágil.

Muchas catedrales, de Burgos a Notre Dame, lucen estatuas ‘falsas’ en su exterior. El problema es que muchos de los duplicados han tenido una vida más breve que las auténticas.

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