Diario de León

«El arrojo a la hora de defender lo suyo es rasgo principal de los montañeses»

Araceli González publica ‘Valporquero de Torío, donde todos eran hijosdalgo’.

Arriba, la autora de la obra, en su pueblo, en el año 1960. Debajo de esa foto, una imagen actual de Araceli González, abogada e investigadora.

Arriba, la autora de la obra, en su pueblo, en el año 1960. Debajo de esa foto, una imagen actual de Araceli González, abogada e investigadora.

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e. gancedo | león
León

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De entre todas las denuncias, pleitos, juicios y controversias batalladas a lo largo de la historia por las gentes de Valporquero de Torío —ese pueblín engastado en la roca que se alza sobre una de las maravillas geológicas más sobresalientes de España—, Araceli González destaca la demanda de Gonzalo y Gabriel Suárez, dos humildes aldeanos que en el siglo XVI se atrevieron a desafiar a todo un insigne conquistador, Hernando Pizarro, medio hermano de Francisco. «Este hecho pone de relieve el carácter de unos montañeses que sólo con la fe en la justicia le reclaman una deuda ante el Rey. Creo que ese arrojo es una característica del modo de comportarse de la gente de nuestra tierra. Y por cierto que hoy siguen en ese mismo camino aquellos que protestan y se rebelan contra la difícil situación jurídica en que parece se van a encontrar las pedanías, amenazadas con desaparecer».

Araceli, que ya editara aquella obra titulada El karst de Valporquero con sabrosa información sobre la relación del pueblo con las cuevas y sus pioneras exploraciones, acaba de sacar a la luz otra, Valporquero de Torío, donde todos eran hijosdalgo , trufada de documentación histórica, genealógica y etnográfica.

«He querido seguir aportando datos que expliquen cómo era y es el pueblo donde se encuentra ubicado ese tesoro medioambiental que es la cueva —explica la autora—, pero también informar sobre algunos aspectos ignorados de la historia del lugar en el que pasé los veranos más significativos de mi vida y de cuya historia escrita hay poca información disponible; en realidad sólo ha aflorado una minima parte. Buscar esos datos ha sido una tarea apasionante, y además he tratado de aprovechar todas las noticias que aportan los últimos testigos vivos de los acontecimientos que allí ocurrieron y que el paso del tiempo, inexorablemente, hace desaparecer».

Compromiso con el valle

Y de entre los miles de datos manejados entresaca también el artículo publicado por los libertarios leoneses el 15 de septiembre de 1932 en La Revista Blanca donde relatan su viaje a Valporquero para visitar la cueva. «Que en un momento tan convulso para nuestro país, el pueblo y su entorno natural atrajeran a 200 personas indica el grado de implicación con el medio ambiente de nuestros paisanos de entonces, lo que sin duda debería ser un ejemplo para los de hoy en día».

«Allí cuentan las emociones que sintieron en su ruta desde León —prosigue González, abogada de profesión y actualmente residente en Málaga—, ofreciéndonos la descripción de los lugares y pueblos que atraviesan antes de llegar a la cueva, unas sensaciones que hemos compartido todos los que durante muchos años hemos realizado el mismo itinerario. No hace falta recordar que entonces las carreteras eran casi intransitables, pero eso no les importaba».

Al hilo de ese recuerdo, Araceli no puede por menos que referirse a una noticia reciente donde comprueba «la falta de sensibilidad ambiental y el atentado contra el patrimonio natural que perpetraron los impulsores del proyecto del teleférico de Vegacervera». «Estremece leer que se pretende instalar veinte torretas con sus cables correspondientes a través de unos montes vírgenes sin tener en cuenta el impacto que provocarán sobre el paisaje, afectando ese desmán, directamente, al paisaje de Valporquero».

Las andanzas de un fraile «con un historial que merecería ser estudiado por un detective» o el seguimiento de personajes como el condecorado subteniente Benjamín Díaz Candanedo son otras de las presencias significativas en este volumen de cerca de 200 páginas.

¿Y por qué ese subtítulo de hidalguía universal? «En los padrones de 1736 de nobles y pecheros, y en los distintivos de 1772, están relacionados todos y cada uno de los vecinos del pueblo, y allí se señala esa condición que compartían con los de la Mediana de Argüello», aclara. «En aquel tiempo, ser hijodalgo tenía su importancia porque conllevaba ciertos privilegios, como no ‘pechar’, que era no pagar tributos al Rey, no ser presos por deudas, estar relevados de la contribución de milicias y no estar obligados a la recluta de los ejércitos».

En 1736, en Valporquero habitaban 52 familias, todas de hijosdalgo notorios, y dos de ellas de sangre, casa y solar conocido y de ‘armas poner y pintar’. «Curiosamente, la localidad de la que dependía administrativamente, Vegacervera, sólo contaba con 28 familias. Y en el padrón de 1772 consta que había en el pueblo 55 familias», amplía la investigadora leonesa.

Araceli González nunca olvidará los días de infancia que vivió en Valporquero. «Los veranos de entonces eran muy especiales, sobre todo para los que éramos niños. Era la libertad. El abandono de las aulas y la llegada a un lugar donde nadie nos imponía sus reglas y donde todos los días hacíamos algún descubrimiento».

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