Diario de León

El Greco según Andrés Trapiello

El autor leonés participa en el libro coral ‘El Greco es el dios de la pintura’, en el que también José María Merino escribe un relato inspirado en el artista griego.

Dos hombres observan unas de las obras de El Greco expuestas en el Museo Thyssen.

Dos hombres observan unas de las obras de El Greco expuestas en el Museo Thyssen.

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mila trenas | madrid
León

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Con la frase de Andy Warhol «El Greco es el dios de la pintura» se presenta el libro Narrando desde El Greco , un homenaje de veintidós escritores, entre ellos los leoneses Andrés Trapiello y Jose María Merino, que se han inspirado en las pinturas del artista para crear sus relatos. Para conmemorar el cuarto centenario de la muerte del cretense, la editorial Lunwerg decidió invitar a un grupo de escritores a escribir un relato o un texto de cualquier naturaleza a partir de un cuadro de El Greco.

Una de las premisas de esta invitación fue que el cuadro en que basarían su texto, aunque solo fuese como mera referencia, les vendría impuesto. Esta especie de fortuna ha hecho que los autores hayan tenido que aumentar el ingenio, la imaginación, la superación.

En cuanto a los contenidos, han sido absolutamente libres. Desde un microensayo a un relato histórico, desde una inmersión en el cuadro hasta la mera y lejana referencia sin vinculación con El Greco y su mundo.

La fascinación que Lorenzo Silva siente por la figura de la Magdalena es el punto de partida de una reflexión que le ha llevado a conocer «Magdalena penitente con la cruz», pintura de El Greco que se encuentra en el Museo de Sitges, desde hace años cerrado por obras.

Dirigiéndose a esta figura, Silva confiesa: «antes de conocerte, mi preferida era la de Ribera, que tantas veces vi en el Museo del Prado de mi Madrid natal». Similar a la de Ribera en su vestido rojo, en su pálida tez, en sus cabellos castaños y en la mirada perdida en la que la tristeza encuentra su hogar, la obra de El Greco es muy distinta.

«Esos ojos inmensos como lunas, que inundan de inocencia tu rostro y sugieren que tu penitencia no es esa carga que con mayor o menos motivo pueda incumbir a una mujer, sino la injusta responsabilidad que recae sobre una muchacha que apenas pudo hacer por ganarla», escribe.

Andrés Trapiello ha centrado su relato en la paisaje «Retrato de Toledo», que se conserva en el Metropolitan de Nueva York. Las ventas en el Rastro madrileño y la compra por parte del escritor a un gitano de un dibujo que podría ser del maestro cretense centra una historia en la que Trapiello recuerda que el artista durmió en el olvido durante tres siglos.

Tras pasar de puntillas por la Historia, se aposentó definitivamente en la mitología, proceso en el que fue importante la labor de Manuel Bartolomé Cossío, autor de uno de los grandes libros escritos sobre El Greco.

En la obra tratada, el artista modifica a su antojo la fisonomía de la ciudad desplazando unos monumentos, eliminando otros e inventando, se supone, otros más. «Salta a la vista que El Greco es ante todo originalidad». El artista, como escribió Ramón Gaya, sufría una pérdida de origen. El Greco «no tiene suelo, ni tampoco tiene cielo», y esa ausencia es lo que, según Trapiello, da a sus pinturas el aire sonámbulo que tienen, ese carácter alucinatorio que se desprende de la mayor parte de ellas, como si no fuesen de este mundo o estuviesen transportados de él en un sostenido y levitatorio arrebato religioso».

Esto fue lo que entusiasmó a las vanguardias que irrumpían buscando lo mismo, el lado romántico, oscuro y metafísico de la existencia, «la visión de todo aquello que no puede verse a simple vista».

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