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CULTURA

«Me da más salud esto que un mes entero tomando pastillas»

Los vecinos de San Román de la Vega suben a Youtube su ‘filandón musical’

Las mujeres de San Román, cantando ‘La Lloba Parda’ junto al rabel de Fran Allegre.

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e. gancedo | león
León

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En el centro de la Casa Concejo de San Román de la Vega hay un pote sobre unas trébedes, leña y unas velas que simulan fuego. Al lado duerme una rueca de esas que no pararon de filar durante generaciones —venga calcetos, chaquetas y escarpines— y rodeando ese atrezzo humilde y minimalista, sesenta personas bajo luz tenue, similar a la que antaño dominaba en las antiguas cocinas de llar o de suelo. Afuera hace frío y está nevando. Comienza el filandón.

Los vecinos de San Román, muy cerca de Astorga, bajo el aliento organizativo del poeta Abel Aparicio, celebraron por Santa Brígida un filorio muy concurrido en el que no sólo salieron a relucir antiguas creencias y preciosos rasgos de la lengua leonesa hace medio siglo predominante en estas tierras, sino que el coro de mujeres cantó, tras algunos meses de ensayos, el romance La Lloba Parda en lengua vernácula, un cantar que acaba de ser subido a la red Youtube en curiosa sinergia popular y tecnológica.

El filandón comenzó hablando de los reñuberos o reñubeiros , esos misterioros seres de la mitología leonesa que cabalgan las nubes, truenan y tiran pedrisco de sus zurrones, y si en un primer momento ninguno de los vecinos decía acordarse del mito («es como siempre, sólo hay que rascar un poco», comentaba después Abel Aparicio), uno a uno empezaron a extraer de su memoria rasgos de aquellos personajes. Otros, por ejemplo, explicaron que, cuando había tormenta, el cura rezaba una oración y cuando granizaba, «la gente dibujaba una cruz en el suelo para alejarlo».

Sin habla por ver un lobo

Y como no hay filandón que se precie sin historias de lobos, éstos y su lucha contra pastores y mastines salieron a relucir rápidamente. Los vecinos más mayores indicaron que antes se decía llobos y oveyas o uveyas y, tirando del filo, aparecieron topónimos asociados a tales denominaciones, como un valle cercano llamado Valdellobos.

«Sobre el tema intervinieron otras personas llegadas de diferentes comarcas leonesas, de Foncebadón (Tierra de Maragatos), Noceda (Bierzo), Cimanes del Tejar (Órbigo) y Carneros (la Cepeda) —explicó el autor de Tintero de tierra —. Así, contaron cómo los lobos hambrientos, al ver a una persona, suele intentar cruzarse con ella y con el rabo darle golpes con el objetivo de tirarlo al suelo. Uno de los asistentes comentó que en Laciana una persona quedó muda al mirar los ojos de una de estas alimañas y otros, maragatos, asintieron, pues también habían oído casos parecidos». Además se informó de las recompensas que antaño se entregaban, por parte de los vecinos del pueblo y de otros cercanos, a las personas que conseguían dar caza a uno o más lobos.

Un vecino de San Román habló del rebaño concejil que se reunía en San Román con cabezas de todos los vecinos, y de los rebaños trasterminantes que aún hoy pasan por el pueblo con destino a la Cepeda alta, y de ahí a Omaña y Babia.

Poco a poco fue llegando al final, el momento en el que las mujeres del coro de San Román —Emma, Celia, Sici, Toña, Dori, Rosa, Puri, Charo y Tere— acompañadas por la música de rabel de Fran Allegre, interpretaron La Lloba Parda según versión recogida en el Alto Órbigo. Para culminar el encuentro, el músico, artesano e investigador natural de Villarejo tocó su chifla y tamborín, instrumentos emblemáticos de la comarca y muy representativos de todo el Reino de León, mientras era acompañado por las rápidas castañuelas de Ángel y de Mercedes. Prueba de que había terminado uno de los mejores filandones organizados por este pueblo de gran inquietud cultural, ahí quedó la frase que una mujer le dirigió a uno de los miembros de la asociación cultural de San Román de la Vega: «Me vale más esto que un mes entero tomando pastillas».

«La cultura está muy viva en los pueblos, sobre todo cuando es protagonizada por esos vecinos y vecinas que, muchas veces y como pasa con éstos, son como libros que merecen la pena ser leídos», resumió Aparicio.

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