La crisis hace aflorar decenas de obras de arte arrebatadas a León el último siglo
Coleccionistas en bancarrota ponen a la venta piezas que salieron de la provincia y estaban ‘perdidas’.
El patrimonio saqueado a León empieza a aflorar. Decenas de obras de arte robadas en los años 20 y 30 o vendidas de forma irregular emergen ahora en subastas, tras décadas en paradero desconocido. El investigador leonés y procurador en las Cortes Alejandro Valderas, cuyas pesquisas permitieron detectar la venta de dos pinturas de los maestros de Astorga y Palanquinos —hoy en el Museo de León, después de que la Junta ejercitara el derecho de tanteo—, explica que esta ‘repentina’ aparición de tesoros artísticos es consecuencia de la crisis. «Muchos coleccionistas se han arruinado y ponen en venta obras de arte y otros que las han tenido durante décadas se atreven a sacarlas al mercado porque el delito ha prescrito y se ha perdido el rastro de su procedencia». Hay que tener en cuenta que buena parte del patrimonio leonés no estaba inventariado en la época en la que se produce la gran rapiña.
Pinturas del primitivo retablo de la Catedral de León, obra de Nicolás Francés, un pantocrátor procedente de un monasterio de Sahagún, los citados lienzos de los maestros de Astorga y Palanquinos, una cruz procesional de plata del siglo XVI que finalmente fue adquirida por la Junta y está en Pallarés y obras que en su momento pertenecieron a la gran colección del arquitecto Juan Crisóstomo Torbado son algunas de las joyas que han salido a subasta en los últimos años.
El clero, a veces para hacer negocio y otras por necesidad, los anticuarios, el Estado —que para ‘amueblar’ museos nacionales ‘decomisó’ obras en iglesias como San Isidoro— y los coleccionistas son los principales responsables del expolio del patrimonio leonés. A algunos se les puede poner nombre y apellidos: el famoso ladrón Erik el Belga, los anticuarios Ignacio Martínez, Raimundo Ruiz y Arthur Byne. Algunos de los personajes que esquilmaron los monumentos leoneses fueron considerados en su día mecenas y salvadores del patrimonio; y es cierto que lo fueron. Pero también que aprovecharon para hacer una colección con piezas difíciles de justificar. Claro que «en Astorga, la Iglesia vendía objetos y hacía recibos».
La pista de muchos de los tesoros usurpados parece haberse perdido para siempre, aunque, como ocurre en las novelas de suspense, en ocasiones hay cabos sueltos. Una simple foto ha permitido ahora descubrir que las únicas piezas de la primitiva iglesia de San Isidoro —dos relieves de la colección de Torbado, que fue restaurador de la Colegiata— fueron vendidas entre los años 1929 y 1947 en Barcelona. En la transacción participó Ignacio Martínez, el anticuario que negoció la venta del claustro de la catedral vieja de Salamanca y descubierto por el historiador leonés Gerardo Boto en una finca privada en Palamós.
Valderas ha detectado que la mayor parte de las piezas de arte leonesas que están saliendo a la luz lo hacen en Barcelona.
Coleccionistas y ladrones
La ausencia de inventarios de pintura gótica en León y la errónea catalogación de algunas obras entorpeció también la búsqueda de muchas ellas. Lo que resulta indudable es que un lienzo de la Catedral de León pintado en el siglo XVI y que hoy está colgado en una entidad financiera de Brasil tuvo, indefectiblemente, que salir de esta provincia.
Arthur Byne logra enviar obras al magnate estadounidese William Randolph Hearst en 1935, cuando la legislación en materia de tesoro artístico de la II República había establecido importantes trabas a la venta y exportación de obras de arte. Evidentemente, salieron de España de forma clandestina.
Erik el Belga fue, durante décadas, la peor pesadilla de ermitas y parroquias de la provincia leonesa. Considerado el mayor ladrón del siglo XX, ha reconocido que las medidas de seguridad entonces eran escasas, pero también que algunos obispos colaboraban en los ‘desfalcos’. Muchos de los robos de Erik el Belga en León nunca se esclarecieron.
Valderas afirma que gracias a la venta de colecciones León puede ir recuperando pieza a pieza el patrimonio que le arrebataron. Quizá algún día sea posible descubrir cómo una pila románica de la montaña de León ha llegado a un museo sueco o en qué lugar de Bélgica están cientos de obras de los pueblos anegados por el pantano de Vegamián. Hórreos, escudos, portadas románicas, tallas, retablos... fueron a parar a un anticuario leonés que «lo vendió en camiones», según cuentan algunas ‘leyendas’.