MINORÍAS ABSOLUTAS
Desgarradura
Dice Ciorán, en el libro homónimo a esta columna: «Sólo los pueblos indiscretos, celosos, protestones y proclives a la disputa tienen una historia interesante». Me gustaría pensar que la historia acaba marcada de alguna manera por las cabezas pensantes de cada Estado, y que los hombres de letras y de las artes en general tienen una relevancia especial en el constructo de la historia de su país. Ciorán no pensaba así, pero uno, que no deja de ser amante de la ingenuidad cuando ésta le alivia un rato, quiere pensar que es posible.
Que es posible asumir esa historia efervescente en días cotidianos y acciones de a diario como las que marcan las tendencias artísticas en países con una historia interesante. Por ello, es de extrañar que al final películas como 12 años de esclavitud , Her , Dallas buyers club o Gravity atraigan las condecoraciones importantes en una gala poco propicia a adular la reflexión vital —y sí el mero sentimentalismo—, pero que, no obstante, pertenece a un país que todo se lo cuestiona (para bien y para muy mal). Me satisface saber que a pesar de la frivolidad y la apariencia, el país de los Oscars deja vía a la heterodoxia de alguna manera.
Dicho esto, dejo el halago a un lado. No vayamos a entender ahora que un país como EE UU es ejemplo de conducta en sus políticas vitales. Pero sí que podemos reconocer que su historia está hecha con la desgarradura que tan cínicamente nos muestra Ciorán.
La ruptura de occidente está dejando de ser un catastrofismo amasado por escépticos y pesimistas para convertirse en una realidad que asusta. La impunidad no ejercía con tanta fuerza y desvergüenza desde hacía décadas y los ejemplos de nuestra historia reciente para dictaminar lo que puede venir, nos dejan una incertidumbre aterradora. Ucrania, Grecia, Italia, España... cada uno en su medida, son ejemplos de países que han mantenido una biografía «interesante» por su rebeldía y que hoy necesitan, como pueblo, ejercer una solución que construya y no fulmine.
Por eso creo que la ruptura, la voz en contra, ha de servir para constatar el frio que ya existe. Convocar calor no es sinónimo de prender fuego. La concordia es factible como aliada de la contundencia y el arte ha de ayudar a no deshumanizar los contextos revolucionarios.
Fue un día como hoy, 5 de marzo, cuando el corazón de Anna Ajmatova, poeta rusa, no quiso percutir más. Para combatir ese frio y esta desgarradura, dejo en boca de ella, de sus poemas, esa vocación de patria que yo extiendo de manera universal, como aspirando a una reconciliación a nivel de pangea, para que el espíritu crítico, la heterodoxia y la voluntad de cambio —que no de destrucción—, trascienda. Decía Ajmatova en favor de la tierra como hogar: «Sí, para nosotros es tierra en los zapatos./ Sí, para nosotros es piedra entre los dientes./ Y molemos, arrancamos, aplastamos/ esa tierra que con nada se mezcla./ Pero en ella yacemos y somos ella,/ y por eso, dichosos, la llamamos nuestra».