Diario de León
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Crítica de televisión yolanda veiga

El enemigo de A bailar no está en la pista (lo de Cañizares no es un boicot al programa, aunque lo parezca). Está fuera, enfrente. Los cinco millones de espectadores que llevan un mes enganchados a El Príncipe (Telecinco) son demasiados y dejan muy poco margen a los demás. El estreno, el martes, del programa de bailarines de Antena 3 pasó el examen justito, con 3,3 millones de espectadores que irán a más si le dan precisamente eso, un poco de ritmo. Le falta, además de a Cañizares y a algún otro, al jurado. Carlos Baute y Sara Baras resultan benévolos en exceso y eso está bien si hay otro que haga de contrapeso. Se supone que es Charlie, que es el más rácano con las puntuaciones. Pero por el momento es un gran desconocido y, además, le falta rock and roll. Mónica Naranjo irá acomodándose, pero ha salvado con nota el estreno.

Curtida en la bancada de jueces de Tu cara me suena, Mónica se salta las habituales distancias que ponen los presentadores, se hace hueco en los sofás, flirtea con el novio de Soraya... Aunque ella, como Baute y Sara Baras, son los actores secundarios. En los papeles principales, Pastora Vega y Juan Ribó. Si el programa les hubiera pillado con el comienzo del romance habría sido tremendo (probablemente no habrían participado), pero todavía hay cierto morbo por ver cómo se lo ‘montan’ en la pista. Y en casa. Ese es el gran acierto de A bailar. Los famosos enseñan sus casoplones y aunque en la cadena se han cuidado de no grabar de más, se agradecen las escenas domésticas, como esa del sofá en la que Juanjo Ballesta y su novia Verónica recuerdan «la primera vez» y no se ponen de acuerdo ni en el cuándo ni en el cómo. O esa otra de Cañizares y Mayte metiendo a dormir a los trillizos. Luego bailar, no es que bailen mucho, pero eso es lo de menos. Para que no se note tanto han puesto a bailarines profesionales a hacer las coreografías, de manera que el número queda lucido. A bailar no es un talent show.

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