La capilla de Santiago albergó la biblioteca catedralicia medieval
El Club de Prensa acoge hoy la presentación de la obra de la ULE ‘Librerías catedralicias’.
Las librerías catedralicias fueron uno de los mayores espacios de saber durante la Edad Media. Sin embargo, aún no se han estudiado en profundidad. Para cubrir este hueco, la Universidad de León acaba de editar una investigación interdisciplinar en la que han colaborado expertos de León, Santiago de Compostela y Barcelona. El libro, Librerías catedralicias. Un espacio de saber en la Edad Moderna y Moderna , ha sido realizado por María Dolores Campos, Eduardo Carrero, Ana Suárez y María Dolores Teijeira. La obra se presenta hoy en el Club de Prensa y en ella se hablará de la gestación de las librerías catedralicias hispanas y cómo está esencialmente relacionada con la aparición de las ciudades y la creación de las escuelas episcopales durante la Edad Media. Los autores explicarán que estas infraestructuras no pueden desligarse de la difusión de la cultura en los centros monásticos altomedievales, ni de la aparición de los Colegios universitarios, durante la plena Edad Media.
«Su impulso se constata sobre todo a partir de mediados del siglo XV, y se hace muy evidente en las últimas décadas de esa centuria y comienzos del siglo XVI, momento en el que surge una tipología espacial diferente a la de la alta y plena Edad Media. En el cambio influyeron diversos aspectos, como la aparición de la imprenta, las posibilidades de difusión y adquisición del libro impreso, el incremento de donaciones por parte de personalidades eclesiásticas y, en especial, la necesidad de formación del clero», destacan los autores.
El libro trata la creación de las bibliotecas de Astorga y León. En el caso de la leonesa, destaca Eduardo Carrero que el proyecto se inició en 1492. En 1505 se contrató a los maestros que se encargarían de acristalar la estancia y en 1507 se ordenó la colocación de los bancos. Finalmente, el trabajo se culminó el 1516. «La librería se dispuso en eje sur-norte, paralela a la panda Este del claustro con acceso secundario desde éste, a través de la capilla de San Andrés, y con entrada principal desde una de las capillas de la cabecera del templo, mediante una suntuosa portada realizada durante la prelatura del cardenal Desprats», explica.
El profesor añade que el ámbito interior era un espacio rectangular dividido en tres tramos de bóvedas de terceletes, con soportes que bajaban hasta media altura para reposar sobre ménsulas que, a su vez, estaban unidas por una línea impostada que recorre sus cuatro muros. Asimismo, describe la estancia de la siguiente manera: «En el lado este se abren tres amplias ventanas, mientras a oeste, una idéntica serie presenta menores dimensiones». En época moderna, la librería pasó a convertirse en capilla de Santiago y parroquia de la sede, perdiendo la función para la que fue concebida.
La de León fue la única que ha conservado un programa iconográfico propio, claramente relacionado con la funcionalidad espacial destinado a recoger la sabiduría libraica. «Es más, en León nos encontramos con dos programas complementarios situados en las vidrieras y en las ménsulas», sostiene Carrero Santamaría. En las primeras aparece un largo ciclo de personajes cristianos en los que destaca la importante presencia femenina , los Padres de la Iglesia y el Apostolado con la Virgen y santos de devoción local y, localizados en la vidriera central, las imágenes de Godofredo de Boillon, Carlomagno y el rey Arturo. Respecto a las ménsulas, se trata del programa.
Por último, Eduardo Carrero se encarga de estudiar la iconografía de las ménsulas, en las que aparecen esculpidas imágenes de la Reina de Saba, Hércules y Atlante. Estas ménsulas nos sitúan ante un programa en el que se explicita la búsqueda y consecución de la sabiduría.
La quinta ménsula representa a un canónigo sosteniendo la cartela con el texto Legere enim et no inteligere negligere est, claro sarcasmo que evidencia a una evidente crítica a cierto sector del clero de la época, cuya inclutura y falta de formación se había convertido en uno de los lugares comunes de la literatura y de buena parte de los estatutos dictados en sínodos diocesanos de la época.