MINORÍAS ABSOLUTAS
La ley del silencio
Decía Noah Chomsky que «Si no creemos en la libertad de expresión para la gente que despreciamos, no creemos en ella para nada».
Cuando la libertad se otorga en función del grado de simpatía o visceralidad que uno gasta en ese momento, la libertad deja de ser tal y empieza a ser algo muy peligroso llamado coacción de pensamiento.
Estos días nos hemos enfrenado a despropósitos de tan alto grado como el intentar regular el pensamiento y la expresión de una clase de conciencia concreta. A raíz de los desafortunados incidentes generados por el trágico asesinato de Isabel Carrasco, una horda de personas han volcado en las redes sus opiniones dentro y fuera de lo respetable y dentro y fuera del buen gusto. Reconozco la banalidad y lo repulsivo de ciertos comentarios, pero por encima de eso, me preocupa seriamente que desde el gobierno se dicte en voz alta algo tan atroz como la persecución por ideología o convicción de un grupo de personas.
No tengo el conocimiento concreto de la ley que permite investigar y detener a un chaval que escribe en una red social «ojalá maten a fulanito o menganito» pero si existe, me parece que ha de levantarse investigación sin la enorme parcialidad con la que se ha llevado a cabo esta campaña. La policía nacional, amparada por las frases del ministro del interior, no puede ser partícipe de una persecución sesgada entorno a los intereses del partido que esté en el poder.
Si enaltecer la violencia es constitutivo de delito, tendría que investigarse y perseguirse cualquier manifestación al respecto, venga de donde venga. Me cuesta creer que hay investigadores recogiendo las declaraciones de un Barça-Madrid donde centenares de aficionados dilapidan en vida con toda clase de barbaridades a árbitros y linieres. O las declaraciones de cantidad de bárbaros (iguales a los que ahora se han manifestado mofándose de este asesinato de la dirigente del pp leonés) que han arremetido contra figuras públicas como Ana Pastor, Pilar Manjón, Gordillo, Zapatero, etc. por poner ejemplos de lugares contiguos -que no similares ni opuestos- a los del gobierno actual. En esos casos la policía no ha perseguido, detenido y hecho público los arrestos de tamañas ofensas. Por eso me preocupa la politización de una moral concreta, y la utilización personalista de las fuerzas del estado para fines tan parciales como estos.
«La libertad de expresión es esa manga ancha que nunca debemos permitir que se estreche» dice el periodista Ignacio Escolar. Y creo que poca gente que defienda la democracia puede estar en contra de esta máxima.
Las barbaridades dichas sobre el reciente asesinato de la presidenta de la diputación de León no tienen justificación, pero tampoco lo tiene el aire revanchista que desde el gobierno han cacareado. Es inadmisible la sola sugerencia de castrar las ideas que nos parezcan atroces. Ni el «Viva Franco» ha sido delito, ni los que somos contrarios a esa voz utilizaremos a la policía para silenciar las voces discrepantes. Fernández Díaz no es Elia Kazan, ni queremos remake al respecto.