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MINORÍAS ABSOLUTAS

Ganancias

El museo estatal ruso decide abrir en Málaga su primera sucursal en Europa .

Publicado por
RAFAEL SARAVIA
León

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Fin de semana intenso este que hemos pasado en cuanto a ganancias se refiere. Porque en esto de ganar –como en casi todo- la victoria ocurre según uno la quiera contar. Y ya sabemos que en una carrera de dos, puede haber vencedor y vencido... o campeón y subcampeón, según la intensidad y la esperanza de quien mide el desatino final.

Estos días se han vivido de cerca las posibilidades del cambio. Tal vez no siempre el cambio en sí, pero al menos hemos tenido presente que nada es hegemónico si no demuestra su persistencia y valía; un punto de luz en el horizonte.

Decía Jorge Luis Borges que «la derrota tiene una dignidad que la victoria no conoce». Este fin de semana lo hemos podido comprobar en esos combates épicos que suponen los partidos de fútbol. Asimilando que un equipo más modesto que los sempiternos rivales del olimpo se ha hecho con la liga y a punto ha estado de asustar al magnate merengue en la máxima competición europea. Pan y circo, decía el poeta romano Juvenal... pero incluso en esta sátira se pueden las esperanzas aliar en pro del cambio, en contra de la alienación establecida. Incluso en lugares como éstos la enseñanza puede ser que no siempre el grande ha de ganar, y que la ilusión puede elegir otros caminos de gloria.

Los cambios nunca suelen venir de manera drástica, y menos si son cambios para mejor. Ese es el caso de estas elecciones europeas, donde cada cual mide sus ganancias arrimando el ascua a unas sardinas que han sabido a pobre. Porque el único ganador, el indiscutible (y aquí no vale otra interpretación partidista y sesgada), ha sido el descrédito político materializado en abstención.

Dicho lo cual, y haciendo una lectura en B (muy propio de estos lares), nos encontramos con que el descrédito al que aludimos es irregular en sus formas. Así, pese al fantasma que ciertos titulares nos quieran imponer, la realidad es que la alternativa empieza a ser necesaria, y el pueblo lo documenta en las urnas. El estrepitoso batacazo del bipartidismo español nos augura unas elecciones nacionales diferentes.

Para la inmensa minoría, decía Juan Ramón Jiménez; y para esos ha surgido la alternativa vivaz en el nuevo parlamento europeo. Son las «minorías absolutas» las que toman el relevo. Ésas que generan los discursos sociopolíticos más directos, más eficaces, más necesarios que nunca a ras de pueblo. Una pizca de esperanza en favor de partidos que van a poder alzar la voz que la ciudadanía les ha otorgado.

«La única poesía es el silencio revelador» dice el poeta Enrique Villagrasa. Y en estas elecciones el silencio ha sido partícipe de la más alta dignidad de los conciudadanos. Pero al silencio se ha unido el gesto, lo involuntario del cambio, lo inexorable. Tal vez haya vida más allá de las élites. Tal vez el pueblo vuelva a tener importancia y la ganancia social sea un parabién para la democracia, esa que se construye sin absolutismos y mediante el consenso de un parlamento heterogéneo, como la vida misma.

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