Diario de León

Miguel Paz Cabanas escritor

«Vivimos tiempos de una miseria literaria tan pomposa como circense»

Cada día un poco más recuperado de un grave síndrome que le obligó, prácticamente, a partir de cero, Miguel Paz, posiblemente el autor leonés más laureado de la historia, acaba de ser reconocido en un nuevo concurso, esta vez el IV Certamen Literario del Agua. Una buena prueba de que ha reanudado un rumbo creativo que incluye perlas como ‘El viaje del idiota’.

Paz Cabanas nació en Bilbao de madre babiana —de Las Murias— y reside en León.

Paz Cabanas nació en Bilbao de madre babiana —de Las Murias— y reside en León.

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e. gancedo | león
León

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Miguel Paz Cabanas suele decir que las historias de perdedores siempre merecen la pena ser contadas («la historia de la literatura está llena de ellos, ¡desde el Capitán Acab de Moby Dick a nuestro Don Quijote!», recordaba entusiasmado en una entrevista de hace años), pero la suya está resultando la historia de un luchador y de un vencedor; la de quien triunfa, en íntima batalla, sobre un raro pero devastador síndrome que a punto ha estado de dejarlo en la cuneta. Lejos de resignarse, Paz Cabanas —vizcaíno de nacimiento pero babiano por parte de madre, y residente en la capital leonesa desde hace décadas—, ha bregado de lo lindo para remontar en lo físico y lo creativo, y buena prueba de su recuperación es que acaba de ver aumentada su larga serie de reconocimientos —entre ellos el José Nogales o el del Diario de León— con un segundo premio en la modalidad de relato corto del IV Certamen del Agua (cuya categoría de cuento infantil ganó, por cierto, otra leonesa, Beatriz Berrocal). Paz, autor de obras llenas de sugerencia e imaginación como Ángeles, detectives y otros fracasados , Memorias de un cabrón resentido o El viaje del idiota , retoma su rumbo.

—Mantengo la tesis de que es usted el autor leonés más galardonado de la historia. ¿Lleva la cuenta de todos los premios literarios que ha ganado hasta la fecha?

—Honestamente no lo sé a ciencia cierta, pero pensando tan sólo en aquellos en los que he obtenido el primer premio, andaré, aproximadamente, por el medio centenar.

—Sus lectores están encantados de verle de nuevo escribiendo y ganado premios. ¿Cómo se encuentra, a nivel físico y a nivel creativo?

—Físicamente cada día estoy más cerca de ser quien era antes de sufrir el síndrome Guillain-Barré, que casi acaba conmigo. Y en lo creativo, pues, ¿qué quieres que te diga? La verdad que espléndidamente.

—¿En qué aspectos concretos ha cambiado (y me refiero al Miguel Paz escritor) tras este duro golpe?

—Supongo que hay una sensación de vulnerabilidad y de pesimismo que está más presente en mis textos, pero, paradójicamente, también de vitalidad… acompañada, por cierto, de una buena dosis de humor negro.

—¿En qué proyecto o proyectos literarios está, en estos momentos, embarcado?

—He concluido una novela breve que dejaré enfriar durante un tiempo. Sigo escribiendo relatos, estoy enfrascado en los inicios de otra novela y, en fin, me estoy atreviendo con la poesía… quizá por aquello de que a la vejez, viruelas.

—¿Cómo entiende el género del relato, ese en el que tanto ha despuntado, a pesar de haber explorado otros formatos? ¿Qué tiene éste que no tengan otros lenguajes?

—En el relato existe una llamada a la perfección y a la síntesis que, para un escritor, son retos muy difícilmente resistibles. Poder introducir una idea del mundo en sólo un puñado de páginas constituye algo tan difícil como gratificante.

—Con Pablo Andrés Escapa, otro ‘campeón’ de la narrativa breve, hablaba de esa sensación según la cual los escritores semejan ‘caballos de carreras’ que deben llegar cuanto antes a determinado premio o editorial si no quieren ser olvidados. ¿Le presiona esa necesidad por ganar premios, llamar a la puerta de editoriales, asistir a cenáculos?

—Yo creo que, desde Dickens o Balzac a nuestros días, al escritor no le ha quedado otra que pelear por su obra. Eso es legítimo, pero también complicado, pues hay autores con talento que, por su introversión o por no saber moverse en ciertos círculos, pueden pasar desapercibidos. Esa parte del márketing personal suele ser tediosa, hipócrita y tremendamente vacua. Y cada día está más acentuada. Se van formando redes y capillas que evocan estructuras endogámicas donde siempre se ven los mismos rostros.

—El volumen de títulos que reciben las librerías es verdaderamente abrumador. Y presentadores, famosos y gentes de la farándula escriben gruesos tomos. Da la impresión de que en las librerías hay de todo menos literatura...

—Es cierto, esa sensación es cada día más abrumadora y asfixiante. Vivimos tiempos de una miseria literaria tan pomposa como circense.

—¿Cuáles son sus autores predilectos? Aconséjenos algún título que le haya sorprendido o maravillado...

—Me fascina cada vez más la prosa francesa, la elegancia y la precisión de su estilo, como la de autores del estilo de Amelie Nothomb o la de Jean Echenoz, de quienes recomendaría cualquiera de sus novelas. Pero voy a citar a un autor maldito, también francés, con una obra deslumbrante y genial titulada Las estaciones . Hablo de Maurice Pons.

—¿A qué aspira el escritor Miguel Paz Cabanas?

—A escribir una novela en los términos en que se lo planteaba precisamente Antoine Roquentin, el héroe de La náusea : «Una historia que no pueda suceder, bella y dura como el acero, capaz de avergonzar a la gente de su existencia».

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