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Los hallazgos más ‘rupestres’

Aficionados a la arqueología y espeleólogos han protagonizado tres grandes descubrimientos prehistóricos.

León

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En una era en la que los satélites de última generación localizan reliquias enterradas sin salir del despacho, los últimos hallazgos prehistóricos en León han sido de lo más primitivo. Un grupo de espeleólogos se toparon por casualidad con uno de los descubrimientos más espectaculares de los últimos años. Localizaron en 2006 en una cueva del municipio de Valdelugueros dos esqueletos de dos hombres del Mesolítico. El análisis del ADN de uno de los dos individuos ha aportado importantes datos del genoma del que es hasta ahora el cazador-recolector más antiguo de Europa.

La Braña 1, como se conoce a este ‘tatarabuelo’ leonés, era un individuo de ojos azules, como los europeos actuales, y la piel oscura, como los africanos, según ha desvelado el estudio llevado a cabo por un equipo internacional liderado por Carles Lalueza-Fox, investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). El otro individuo, identificado como La Braña 2 y que apareció con un collar de 24 dientes de ciervo que podría formar parte de su ajuar funerario, sigue siendo un enigma. Las pruebas realizadas en un laboratorio de Dinamarca no fueron concluyentes. El CSIC ha enviado ahora al Broad Institute, perteneciente a la Universidad de Harvard, varios huesos de los pies de este individuo en busca de nuevas pistas.

Piedras escritas

Los petroglifos de la Maragatería no son sólo uno de los hallazgos más fascinantes del arte rupestre de los últimos años, sino que contienen los laberintos más antiguos del mundo. Su descubridor, el astorgano Juan Carlos Campos, un aficionado a la arqueología, sabía la importancia de estos grabados prehistóricos mucho antes de que los investigadores de la Universidad les prestaran atención y certificaran que, efectivamente, son, como mínimo, del Calcolítico, es decir, más de 5.000 años de antigüedad. Campos no se ha limitado a descubrir petroglifos y cazoletas en Maragatería, sino que desde hace seis años intenta desvelar por qué están aquí.

Los primeros artistas

El arqueólogo leonés Feliciano Cadierno visitó varias cuevas del Bierzo para sus tesis doctoral sobre pinturas prehistóricas y acabó descubriendo dos pequeños santuarios rupestres en San Pedro Mallo. Aunque estos enclaves eran conocidos por los vecinos, Cadierno ha descubierto cientos de dibujos esquemáticos que sólo se aprecian con nitidez utilizando técnicas fotográficas. También localizó en una cavidad de Castrocontrigo un extraño antropomorfo con cuernos; una pintura tan rara que llamó la atención de los especialistas en un congreso celebrado en Nerja. En un enclave que sólo está documentado en la carta arqueológica de la Diputación —pero no en la de la Junta—, en la cueva denominada Boudela (Fabero), descubrió pinturas de 5.000 años antes de Cristo (Edad del Bronce). Lo llamativo es que están hechas con una técnica muy inusual. Una de ellas representa a un ídolo oculado realizado con 120 puntos, al estilo puntillista del siglo XIX (salvando las distancias). Además, hay bitriangulares, es decir, pinturas esquemáticas de hombres hechas con dos trazos cruzados, como un aspa.

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