José Luis Pajares músico
«Lo de ser célebre se quedó en algún lugar de una cuneta hace ya tiempo»
Eléctrica, el nuevo proyecto de José Luis Pajares, músico incombustible y creador de la mítica banda Deicidas en los años ochenta, estará presente por partida doble en los escenarios del Rockfest de Cabornera (el 9 de agosto) y en el ciclo de conciertos de Musac (el 21 de agosto).
Cuando, a finales de los 80, León vivió una explosión musical sin precedentes, José Luis Pajares fue uno de sus protagonistas más activos. Fundó Deicidas con Felipe Zapico, un grupo que despachó varios éxitos de recorrido más amplio que la propia provincia. Y, que al margen de los medidores de éxito, creó su propio espacio y vivió momentos de gran intensidad escénica y creativa y de captación de creyentes en principio punk . Puede que fuera entonces cuando se forjó ese carácter de músico que acompaña a casi todo lo que hace Pajares. Porque escribe, hace fotos... pero uno tiene la sensación que siempre con un ojo puesto en la guitarra. Y con ella, lo que sorprende es la carrera musical que se ha construido. Y con su colección de canciones otros hubieran duplicado sus carreras.
Pero ni José Luis Pajares ni su grupo Eléctrica están en esto de la música a la caza de la cínica palmada discográfica. Es más, se prodigan tan poco que las dos citas del Rockfest y del Musac se atojan como ineludibles. Eléctrica son José Luis Pajares, guitarra y voz; Ricar Black, bajo; Tomás Fernández, batería, y Moisés Ferrero, guitarra. Pero, con permiso de todos, la voz cantante es la que habla para Diario de León.
—¿Qué conexión se tiene que dar para que usted se junte con otros músicos y alumbre, en este caso, Eléctrica?
—Yo creo que es la de toda la vida. Hemos estado en bandas desde la adolescencia. Nuestra educación musical es la de aquel tiempo. Oír discos juntos, ir a bares a escucharlos con amigos y juntarse en un local a tocar música parecida a la que nos gustaba. Nos une la amistad, lógicamente. A estas alturas ya no podría hacer una banda con gente con la que no hubiera piel. Nunca lo he hecho, pero ahora menos.
—De Eléctrica se sabe que es una banda solvente y con canciones. Si se profundiza se puede llegar a pensar: Eléctrica, las mejores canciones desconocidas del mundo. ¿Puede decirse que su autoexigencia única son las buenas canciones?
—Desde luego se le dan muchas vueltas a los temas. Y lo que no funciona se aparca. Lo de ser más o menos célebre se quedó en algún lugar de una cuneta hace mucho tiempo. Nunca estuvo como una prioridad en mí. A mí me interesa la música. Componerla y tocarla. Así veo cómo digiero lo que he comido. Son treinta años desde que empecé. Algunos discos hemos oído... Y los que me acompañan desde crío me dicen ahora otras cosas. Nunca paran de contarme historias nuevas.
—Por aquello de las redes sociales... se ve que se lo pasan muy bien ensayando, y en cambio tocan poco en directo. ¿Se autoprotegen de promesas que luego no se cumplen?
—Lo de juntarnos para tocar es tan habitual como que quedamos cada fin de semana, con alguna excepción. Nos gusta. Nuestro local es muy acogedor. Nada que ver con otros que hemos conocido. Y los ensayos son relajados, divertidos y diferentes unos de otros. Hay días que te obsesionas con un tema y lo tocas diez veces y otros tocas el repertorio entero. Los cantos de sirena y las promesas quedan fuera de esa órbita. No buscamos. Encendemos los amplis y tocamos. Es así de fácil.
—Si se crea esa zona de confort, ¿no se corre el riesgo de caer en un exceso de proteccionismo?
—No hay un plan preconcebido. No nos escondemos, pero tampoco nos exponemos demasiado. Es una peculiaridad nuestra. Tampoco queremos abusar de los conciertos en nuestra ciudad, es cierto. La gente se acaba aburriendo de verte muchas veces seguidas.
—Tiene un repertorio personal imponente. ¿Cómo definiría su momento creativo? ¿Hay muchas ideas en esa guitarra, en esas letras?
—Sí, ahora mismo están saliendo muchas cosas. Hay parones y remontadas. Nunca me fuerzo a escribir. Comprendí que era un error. Pero ahora fluye el manantial. Es un momento dulce. Tengo una racha contadora, y no sólo musicalmente. Cuando llegue el otoño habrá que registrar nuevos temas.
—¿Qué hay y no hay del compositor de aquellas canciones de Deicidas, o de después, con o sin grupo?
—Pues no veo mucha diferencia, salvo que en los textos creo que he mejorado un poco. No quizá en profundidad literaria, pero sí en concisión. Lo que digo se parece ahora más a lo que realmente quiero decir. Antes me costaba algo más. En cuanto a mi técnica como guitarrista, me he dedicado más a adquirir estilo propio que a aprenderme muchos acordes.
—Si echa un vistazo a la escena más actual, local y universal, ¿ve algo que te gusta?
—Siempre hay la dicotomía «antes la música era mejor/es mejor ahora». Pienso que en los 60 o los 70 seguro que había el mismo montón de buenas bandas que ahora, pero sólo llegaban las que conseguían un buen contrato. Ahora las puedes oír a todas cinco minutos después de que graben en su garaje. Hay cientos de grandes bandas rodando cada día.
—Si se le acercara un chaval joven y le pidiera cuatro o cinco discos para abrir boca, además de la envidia por poder escucharlos por primera vez, ¿qué le aconsejaría?
— Machine head de Deep Purple. Axis bold as love de The Jimi Hendrix Experience. Blonde on blonde de Bob Dylan. Exile on main street de The Rolling Stones. Revolver de The Beatles. Layla and another love songs de Derek And The Dominoes. No precisamente en orden de importancia para mí.
—Y si de propina le preguntara: ‘¿Y qué eran los Deicidas?’
—Una banda de rock de los 80 que empezó con el punk y terminó algo más escorada hacia el rock. Sobre todo para ser vistos en directo. Me da la sensación de que la gente salía de nuestros conciertos más contenta de lo que entraba. Un triunfo, eso.