Diario de León
Publicado por
RAFAEL SARAVIA
León

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Cuando el corazón del mundo se viste con harapos signados, su función deja de ser el latido común y la vida no tiene igual importancia a un lado de la ropa que al otro.

«La salud es la unidad que da valor a todos los ceros de la vida» dijo en su día el filósofo Bernard Le Bouvier de Fontenelle. Y parece que se nos haya olvidado. Parece que las notoriedades y los envoltorios siempre son más importantes que los temas que forman el eje primordial de la vida.

Estos días se discute apasionadamente sobre si era lícito o no traer a España a Miguel Pajares, misionero en Liberia por la orden de San Juan de Dios que acaba de fallecer en el hospital Carlos III.

Se ha discutido sobre su condición de cura y si esa vestimenta le ayudó a tener los favores de un gobierno tan restrictivo en materia de salud pública como el que tenemos. La realidad, después de tanta crispación, es que todos los organismos competentes recomendaban la expatriación. Y no hablamos de organismos relacionados con dicciones políticas, sino organismos como la OMS o el Centro de Control de Enfermedades (CDC en sus siglas en inglés). En un país como el nuestro, el peligro real de contagio no era tan grave, así lo dejó claro el portavoz de Médicos del Mundo, y pese a todo, las voces disidentes con ciertas ideologías conservadoras poco menos que apelaban a que no era para tanto salvar a un ‘cura’.

Es triste ese rasero atroz de cierta izquierda que se convierte en adalid de argumentos tan contrarios a la raíz que siempre ha defendido. La dignidad tiene libertad de credo, y no somos de los que creemos que «para los nuestros sí y para los de en frente no». Los que creemos en la sanidad pública y, como decía Heráclito, entendemos que la salud humana es el reflejo de la salud del planeta, no podemos concebir que se ponga en entre dicho todo esfuerzo para salvar una vida.

No se puede juzgar negativamente a este gobierno por poner todos los medios posibles para que este hombre, Miguel Pajares, tuviese una oportunidad de salvarse o mejorar su vida. Y no puede ser moneda de cambio el hecho de que nuestro gobierno haya dejado sin esa opción a tantas y tantas personas que también lo han necesitado, como Emma Rodríguez, madrileña en argentina que murió sin esa opción.

Si denunciamos la falta de inversión en sanidad, sus recortes y el poco apoyo social que nuestro gobierno ofrece a sus ciudadanos... si denunciamos lo vergonzoso que supone perder la seguridad social por estar 3 meses fuera de nuestro país, si denunciamos el copago y la privatización de la sanidad, no podemos después pedir que se deje morir a un hombre por ser cura, ni podemos pedir el copago por parte de la iglesia, porque si pedimos eso, justificamos del todo las medidas bárbaras que nuestro gobierno nos ha impuesto.

Cierto es que repatriar a este misionero ha sido un signo de incoherencia por parte de nuestros dirigentes, pero asumamos dónde está el mal y qué exigimos como ciudadanos. La salud ha de ser inviolable, y mi lucha estará siempre del lado del enfermo y sus derechos.

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