Diario de León

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Crítica de televisión | boquerini

Fue todo un señor morreo. Interminable. Me refiero al de la gala de los Emmy en la madrugada del pasado martes, que aquí se vio por Canal +. El protagonista Bryan Cranston, su víctima Julia Dreyfus. Ambos con Emmy. El hecho lo han reproducido todas las cadenas. Cuando nombran a Julia Dreyfus como ganadora del Emmy a la mejor actriz de comedia por Veep , Cranston (que por su parte acababa de ganar su Emmy por Breaking Bad ), sentado en la primera fila, se levanta, corta el paso a la Dreyfus, que se disponía a subir al escenario, la enlaza por la cintura, y le da un enorme, interminable y sorprendente morreo con lengua en toda la boca. Al principio, la actriz pensó que era un ‘besito’ de felicitación, pero no, aquello no acababa nunca, era salvaje, por lo que el presentador Seth Meyers, con el Emmy que tenía que entregar a Dreyfus en la mano, como un caballero andante, bajó del escenario para rescatar a la actriz e intentar que Cranston se separase de ella. ¡Tremendo momento, que ya de por sí justifica el quedarse en vela toda la noche!

Y mientras la actriz balbuceaba desde el escenario algún agradecimiento, sin entender que le había pasado, Cranston, un chulazo todo lascivia, desde su butaca, pasaba su dedo por sus labios. Todo se debió a una venganza, machista pero venganza, porque Dreyfus, con quién había compartido planos en Seinfeld le había dicho en broma que se parecía mucho a un actor que salía con su personaje de aquella serie. Durante años, las películas acababan con un beso, a veces todo un besazo. Era el final feliz, el sueño de todo espectador. El viernes que viene se repone en los cines Cinema Paradiso , que contiene uno de los momentos más emotivos y más lacrimógenos de la historia del cine: Poder ver juntos los besos más famosos del cine, los que nos robaron los censores de aquí y de allí. Pero reconozcámoslo, donde este un buen morreo que se quiten aquellos tímidos besitos de antaño.

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