CULTURA
La vorágine plástica de Cachafeiro
El artista inaugura en Vela Zanetti ‘Retratos de León’, con una treintena de obras.
Los artistas pasan a veces por momentos de enorme agitación, por estancias vitales en las que todo se convierte en vorágine, en las que su trabajo es como una enorme explosión que todo lo cambia, que todo lo destruye para construirlo de nuevo con cánones diferentes.
Manuel Carlos Cachafeiro era hombre tranquilo y artista concienzudo, pintor meticuloso del abigarrado y colorista mundo de la fiesta de los toros. Pero en solo unos años todo ha cambiado, ahora, en la exposición que muestra en la sala de la Fundación Vela Zanetti, que ha titulado Retratos de León , se ha convertido en enigmático manipulador del color, en generador de manchas, en cazador de emociones.
Sus retratos de la vieja ciudad convierten los monumentos, los lugares históricos, en centros de emociones que llegan al espectador a través de los colores. Originales tonalidades que él no duda en llamar «colores nuevos». Cachafeiro para pintar estos papeles no necesita tener delante la imagen de lo que quiere representar, pues trata, simplemente, de llevar a la pintura las sensaciones que las viejas y las nuevas piedras producen en su interior. Así los colores y las formas surgen desde lo más profundo y el artista no duda en reflejarlas con intensos dorados o con enigmáticos azules que están más allá de cualquier visión. Solamente su mirada introspectiva es capaz de registrarlos y dejarlos manar vertiginosamente sobre el papel. En sus cuadros de toros, no podían faltar, Cachafeiro ha perdido la objetividad, la lentitud de la verónica, para concentrarse en el destello, en el encuentro fugaz del toro y el torero. Estos cuadros suyos son como una colección de revoleras, de molinetes, que nada tienen que ver con la quietud majestuosa de los pases de los grandes maestros. Quizá porque eso ya lo había pintado hace tiempo. Ahora prefiera la expresividad del instante, cuando los colores se mezclan con la acción y la tragedia se disimula tras una complicada trama de líneas que se cortan y enredan.
Se puede estar o no de acuerdo con la nueva estética y la nueva tauromaquia de Cachafeiro, pero sin duda esta exposición es buena muestra de que el artista sigue vivo, de que crece y de que continúa impasible su búsqueda de nuevos caminos artísticos.