CULTURA
El círculo mágico de un pintor
Nadir presenta en la galería Alemi una exposición que resume sus últimos veinticinco años en el arte.
Nadir es un pintor joven e inquieto que sigue buscando su camino dentro del laberinto arte. Pero se da la paradoja de que en estos días se cumplen ya veinticinco años desde su primera aparición pública, desde su primera exposición. Contemplando sus obras cualquiera puede darse cuenta de lo perfecto de su técnica, de su delicado empleo del color, de la exactitud perfeccionista de su dibujo, de lo complicado de la variada temática de sus trabajos. Si algún defecto tiene Nadir este es el excesivo virtuosismo con el que trabaja sobre sus lienzos. ¿Puede esto considerarse un defecto o una virtud? En principio es claramente una virtud, una enorme virtud. Pero cuando el artista se convierte en esclavo de su pintura, en prisionero de cada pincelada, en reo irredento del oficio, sin llegar a caer en el defecto, su obra es capaz de fagocitar poco a poco al autor que la produce.
Nadir ha llegado, ya en plena madurez de su carrera, a un momento clave, el momento que va a decidir si camina hacia el éxito o si se queda el purgatorio de los buenos artistas, sin más. Y quizá sus últimas obras indiquen que el laberinto comienza a abrirse, que ya vislumbra una luz nueva la luz al final del túnel. Para ello, en cierto modo, ha regresa a los principios, cuando le interesaba más el mensaje de sus cuadros que la perfección de los mismos. Cuando su surrealismo era más libre, sus mensajes más ácidos y su visión del mundo más comprometida.
En la exposición que este día de Todos los Santos presenta Nadir en la céntrica galería de arte Alemi, podemos admirar una acertada visión de su obra a lo largo del tiempo. En ella se estudia su evolución y, también, lo importante de la etapa que actualmente vive. «Yo -nos explica el pintor- comencé con un momento muy psicodélico, con un toque de surrealismo barroquista. Después llegó la oportunidad para el romanticismo onírico. También pasé un tiempo dedicado al tecno realismo, en la que mezclaba la técnica clásica del óleo con elementos cibernéticos y, finalmente, estoy volviendo a los inicios con una pintura un poco más loca y, desde luego, mucho más visceral».
Curiosamente Nadir nunca ha caído en la tentación de profundizar en la abstracción. «En mis primeras épocas intenté llegar a la abstracción a través de la acumulación de elementos figurativos, en una primera visión podría parecer que lo real se convertía en una abstracción expresionista. Y no descarto en absoluto volver a aquel momento, incluso ir más allá, pero hay que tener cuidado, pues no hay que olvidar que la abstracción no remite a los mismos postulados argumentales que la figuración».
Hay varios momentos claves en la ya dilatada carrera de este joven artista. Recordemos sus primeras exposiciones en las que intentó poner de manifiesto toda la teoría que había interiorizado. Vino después su etapa más perfeccionista, en la que destacaron por encima de todo las interpretaciones plásticas de diferentes telas que parecían querer salirse de sus cuadros. En el momento más rabioso de su personal surrealismo, intentó hacer convivir la realidad, por ejemplo los edificios y calles de la ciudad, con objetos que solamente podían provenir de sus sueños. Otro hito fue su exposición en el Auditorio Ciudad de León, donde mezcló una poética abstracción matérica, con esos elementos oníricos y surrealistas que siempre le han perseguido… Y ahora se cierra el círculo. Después de esta exposición, en la que ya se apuntan sendas nuevas, Nadir tiene la obligación de ofrecernos algo distinto, unas obras que le lleven a realizarse definitivamente como el gran artista que se esconde tras ese velo mágico de perfección que le rodea y que definitivamente tiene que rasgar para asomarse a un mundo nuevo.