Ilustres de León ‘emparedados’
Políticos, artistas, maestros, héroes de guerra, intelectuales y filántropos que conforman la historia de la ciudad pasan desapercibidos desde las placas que reivindican su memoria.
Emparedados y olvidados. Políticos, escritores, músicos, artistas y personajes singulares que dieron nombre a León hoy son sólo ‘chapas’. La reciente colocación de una placa dedicada al político Miguel Morán, «varón modelo de virtudes», según reza en la casa en la que vivió, descubierta por sus descendientes mexicanos, ha desempolvado los nombres de otros ilustres que se ganaron el derecho a pasar a la eternidad en los muros de la ciudad.
Personajes tan dispares como Gordón Ordás, Juan del Enzina, los héroes de la Independencia, las monjas concepcionistas o Pérez Herrero pasan desapercibidos desde inmortales letreros diseminados por las calles de León. La mugre cubre algunos de ellos y otros han sido blanco de los vándalos, como el que descubre la casa en que pasó su infancia Gamoneda en el Crucero, pintada por una esvástica.
Una de las más curiosas está en la calle de la Sal, dedicada al último poeta bohemio de León. «A Pérez Herrero tendríamos que darle un escalón celestial; tal vez, habría que nombrarle el Papa de esta cofradía», dijo el también fallecido Fermín Carnero en abril de 2006 cuando celebraron el centenario del creador del mito de Genarín con la colocación de la placa con la que se le restituyó un lugar en la memoria de la ciudad. En un rincón del parque de Quevedo que pasa prácticamente desapercibido hay un lugar para no olvidar al famoso naturalista Félix Rodríguez de la Fuente, pionero en España en la defensa de la naturaleza.
El nombre de Juan Madrazo, ennegrecido y bajo un mazo de cables, está colocado en un rincón ‘invisible’ de la calle dedicada al que fue uno de los arquitectos restauradores de la Catedral. El que fue presidente de la República en el exilio, Félix Gordón Ordás, tiene una sencilla lápida con su nombre en la pared de su casa natal. Lo mismo sucede con el cura Antonio González de Lama, maestro de muchos escritores y fundador de la mítica revista Espadaña, que tiene su propia placa en la biblioteca Sierra-Pambley. «Aquí nació Guzmán el Bueno. 1256–1309. VII Centenario de la Gesta de Tarifa», reza una plancha de mármol blanco en el edificio de la Audiencia Provincial.
La residencia de ancianos Virgen del Camino tampoco olvida que el edificio fue construido en 1915 por los hijos de Pablo Flórez y María Cruz Llamas.
El Padre Isla o el músico y fundador de la Coral Isidoriana Felipe Magdaleno no están condenados a las dos dimensiones de una placa, pero pese a contar con un busto en céntricas ubicaciones, son tan ignorados como el resto. Una escueta inscripción recuerda el sitio —Ramón y Cajal— donde una bomba lapa colocada por ETA acabó con la vida del comandante Cortizo.
Casi a ras de suelo, en la plaza de las Cortes Leonesas, un letrero explica por qué la ciudad es cuna del parlamentarismo.
Dos carteles colocados por el Colegio de Arquitectos en la casa Arriola y el número 18 de la Avenida de Roma reconocen que ambos inmuebles están incluidos en el registro Docomomo de edificios singulares del siglo XX.
Las cofradías de la ciudad colocaron en 1968 una placa en la calle Santa Cruz en recuerdo de Ángel Suárez Ema, «en agradecimiento al que fue propulsor de las procesiones de la Semana Santa leonesa». «Aquí tuvo su casa propia y la habitó Juan del Enzina», dice sencillamente el letrero dedicado en la calle Ancha al poeta, músico y autor teatral cuyo auténtico nombre era Juan de Fermoselle.