Diario de León

LIBROS

«Los seres humanos somos responsables unos de otros»

El poeta leonés Juan Carlos Mestre publica ‘Historia natural de la felicidad’.

El poeta y artista villafranquino Juan Carlos Mestre, que acaba de publicar ‘Historia natural de la felicidad’.

El poeta y artista villafranquino Juan Carlos Mestre, que acaba de publicar ‘Historia natural de la felicidad’.

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«La palabra es la función del mundo», sostiene Juan Carlos Mestre. El poeta leonés defiende que la tarea última de la poesía es rescatar las palabras de la inexistencia donde las ha confinado nuestro modelo de civilización. Su voz, imprescindible en la atonía cultural que nos domina, se alza ahora en Historia natural de la felicidad, una antología que recorre su trayectoria vital y creativa.

—¿La felicidad es una obligación sobre todo para los ateos, puesto que a los creyentes siempre les quedará el cielo?

—La responsabilidad ética de las personas está vinculada al reconocimiento del otro como un igual, no existe otra obligación moral que aquella que deriva de la creencia de que los seres humanos somos responsables unos de otros. Esa es la lucha por el derecho a la felicidad en la Tierra.

—¿Qué es ‘Historia natural de la felicidad’?

—Aunque resulte paradójico es la historia inherente del sufrimiento humano, la modesta voluntad del lenguaje por hacerse memoria en la lucha por los derechos civiles de la dignidad frente a los grandes relatos de la dominación y el poder.

—¿Una antología es sólo un ejercicio de recapitulación?

—Si se entiende por recapitular una forma de resumir y ordenar lo ya hecho, diría que no; me siento muy lejano de los métodos de ordenanza y sanción, preferiría otra idea más próxima a los diálogos de la discreción que a la sistemática de organizar la abundancia.

—La última parte del libro incluye poemas inéditos en ‘Museo de la clase obrera’. ¿La clase obrera es pieza de museo?

—Decía María Zambrano que la utopía es la belleza irrenunciable, y esa promesa de transformación social también reside en los «enclaves de imaginación» de la poética, allí donde la ideología de la clase históricamente sojuzgada, el proletariado, se constituye como un habla alternativa a los discursos de autoridad del lumpen financiero, otra forma, no la única, de resistencia al pensamiento único y la voracidad del capitalismo. La clase obrera es la memoria más decente y honrada del museo de la Humanidad.

—¿Se puede ser feliz con la que está cayendo?

—Sería profundamente reaccionario renunciar al ejercicio de su derecho, a la reivindicación de su necesidad como constructor de la armonía y el bienestar social y político de una sociedad democrática. El poder no regala satisfacción, sino que ofrece el simulacro de la complacencia a cambio de una obediencia esclava.

—‘Llueve sobre las cúpulas bruñidas por el beneficio, sobre los estandartes empapados por la usura del comercio...» ¿Lloverá el castigo en las urnas?

—Ser inculto, pensaba Pier Paolo Pasolini, significa haber perdido deliberadamente todo respeto por el hombre. Eso sucede entre nosotros, gobernantes incultos para quien las personas solo representan instrumentos para acceder al privilegio de las sórdidas, por mezquinas y avarientas, estirpes de la supremacía económica. Lloverá, como escribe Antonio Gamoneda: «Ha de llover en el pensamiento y en la felicidad ensangrentada». El desafío sigue siendo el mismo que hace un siglo: justicia, salarios dignos para todos.

—Habla de la casta, ‘la casta ínfima de los acosados por el hastío retórico de la justicia social’... Le van encasillar como poeta de Podemos....

—Esos versos fueron escritos hace más de quince años, en La tumba de Keats. Ya por entonces la ralea de financieros e inversionistas desestabilizadores del mercado habían logrado imponer los últimos objetivos de su rapiña: dar por concluidos los pequeños logros del Estado del bienestar, la sanidad y la educación gratuita, el seguro de desempleo… Decía el poeta Mark Strand que si un hombre deja la poesía por el poder, tendrá muchísimo poder, pero yo solo hablo desde la radical conciencia de la esperanza.

—¿Por qué la poesía ha caído en desgracia?

—Es la conciencia de la que son portadoras las palabras la que ha hecho crisis, el proyecto emancipador de la imaginación creadora, los valores de anticipación crítica del arte, la poesía, el teatro, la literatura y la música. Es el prestigio de la basura el que ha reemplazado el valor del talento que vincula la vida con el conocimiento de lo no visible y la revelación de los mandatos de la fraternidad. Es el producto violento opuesto a los lenguajes de la delicadeza por el que ha apostado la sociedad consumista el que ha conducido a la pérdida de consideración de las poéticas intuitivas de la inteligencia.

—¿Qué lleva un poeta en la mochila?

—En ese poema se describe la comprometida conducta de un poeta para mí muy querido, Jorge Reichmann, pero podría ser la sencilla bolsa de la necesidad de cualquier ciudadano, digamos que una taza para el agua y un puñado de tierra para la almohada, pan para el pan, eso lleva.

—‘Lo prohibido no está prohibido para los seres que viven en el cielo’, ¿y para los demás?

—El no matarás, eso está prohibido para todos.

—‘Si me acusan de algo tendrán que acusarme de todo’.

—El poeta, como el carpintero o el maestro, no es ningún ser excepcional, su trabajo no pretende la ejemplaridad pero depende de la conducta, sin ella las palabras no tienen comportamiento estético, no actúan contra la costumbre que impone la normativa de las significaciones. Hasta donde pude he intentado transgredir todo lo que no significara una obstinada repulsa a la sociología del mal.

—¿Por qué hay tantos nombres propios en su poesía, como Pereira, Pasolini, Rimbaud, Neruda, Miró, Roland Barthes o Julio Cortázar?

—Yo no habría escrito una sola línea sin haber leído antes las que escribieron otros. Es la creencia de quien piensa que respiramos el mismo aire ya usado por las ensoñaciones de quienes nos precedieron en los desafíos transformadores de la imaginación.

—¿La imaginación sostiene el universo?

—La imaginación, decía Pascal, es la amante del mundo. Digamos que frente a los placebos de la fantasía la imaginación es el placer revolucionario de construir otros espacios de porvenir.

—Alguien que mima tanto el lenguaje, ¿no está hastiado de cómo lo destrozan los gobernantes?

—Los gobernantes no sienten vergüenza, es decir, no tienen vergüenza. Su retórica ya no es la de la ambigüedad analgésica, sino manifiestamente la de la falsificación de la promesa del contrato social, y eso en un representante público es, más allá de cualquier apreciación ideológica, un delito. Y los delitos no deben generar hastío o aburrimiento, sino requerimiento y obligación de justicia.

—La palabra es curativa, pero también manipuladora... ¿No cree que los políticos han pervertido el lenguaje?

—Llevamos décadas escuchando la misma cantinela, el fin de las ideologías, la política globalizada, el orden único de los mercados, el inmovilismo político ante la expoliación financiera, que ya parece como propio de ese latrocinio el saqueo dialéctico del lenguaje. En realidad la oligarquía política habla tal como piensa, esa es su verdad, no necesitan hacer más esfuerzo para poner voz a la mangancia y la ratería de las jerarquías financieras que los sostienen.

—‘Antes lo poetas maldecían a los burgueses’, ¿y ahora?

—Hay que rebelarse contra el pensamiento estéril de la neutralidad, la poesía siempre ha sido una insumisión frente al lenguaje normalizado. Hoy, ante el desmantelamiento absoluto del tejido cultural lo único que no cabe es la indiferencia, la indiferencia como peso muerto de la historia de la que hablaba Gramsci.

—¿Prefiere que le muerda un tigre a que le lama una monja?

—Ya no prefiero nada, hace tiempo que he optado por otra posibilidad, la de no escoger entre las simulaciones de lo mejor, sino la de estar entre otros iguales en la existencia de lo difícil.

—¿’Con una simple moneda le tapa la boca a cualquier pesadilla’?

—Lamentablemente con una moneda apenas se paga el pasaje hacia el infierno en la barca de Caronte. El precio de la pesadilla contemporánea, la intolerancia religiosa, las hambrunas, el empobrecimiento generalizado de las clases humildes, lo están pagando las personas reales no las mitologías estadísticas y los espejismos macroeconómicos.

—‘No basta con tener talento, incluso es contraproducente’...

—Hoy el aullido de Ginsberg sería otro: He visto a los mayores zoquetes de mi generación encumbrase con la nadería… Es tanta la gente con agudeza e inteligencia que está aparcada en las cunetas del anonimato, que pareciera que el intelecto y la capacidad son valores negativos frente al mérito de la ineptitud. Solo hace falta echar un vistazo para ver quién se sienta tras las escribanías de los despachos públicos.

—Dice Jesús Aguado en el prólogo que es usted uno de los poetas más esenciales de cuantos escriben en nuestra lengua.

—Jesús Aguado, el antólogo de este libro, es tan buen escritor generoso como persona generosa, pero es ineludible que yo excuse esa consideración. Lo necesario y esencial en toda época es la propia poesía como un imperativo categórico de la conciencia crítica de la lengua, en ella están todas las voces de la memoria del pasado y también la nostalgia de los sueños pendientes de ser soñados del porvenir.

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