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CULTURA

El milagro del ‘Calvario’ ilumina el Prado

La restauración de la tabla de Van der Weyden brilla en la muestra del maestro

La tabla de Van der Weyden ‘El Calvario’

Publicado por
MIGUEL LORENCI | MADRID
León

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Otro milagro se ha obrado en los talleres del Prado. Durante once meses ha estado en la ‘clínica’ del museo el Calvario, quizá la obra más espectacular de Rogier van del Weyden (Tournai, hacia 1399-Bruselas, 1464).

El maestro flamenco fue el Velázquez del siglo XV, el pintor más apreciado e influyente de su época. Apenas hay en todo el mundo una veintena de obras atribuidas a su paleta y buen parte están en la excepcional muestra que le dedica el Museo del Prado, la primera en la historia de la pinacoteca y en la de España dedicada al genial pintor.

Es una exposición para la historia que reúne un trío irrepetible: el revivido Calvario, de la colección de Felipe II en El Monasterio del Escorial; el Descendimiento de la cruz, del Prado, y el Tríptico de Miraflores pintado para la de la Cartuja de Miraflores cedido por un museo de Berlín. Son las tres obras magistrales y atribuidas sin ningún género de duda a la mano de Van der Weyden. El tríptico fue donado por el rey Juan II de Castilla a la burgalesa Cartuja de Miraflores y es hoy propiedad de la Gemäldegalerie de Berlín. El Descendimiento, de la colección del Prado, fue pintado para la Iglesia de Nuestra Señora de Extramuros de Lovaina.

«Será la primera vez y, quizás la última, que se junten las tres obras, algo que ni siquiera llegó a ver su autor, el pintor más influyente del sigo XV» destacaba Gabriele Finaldi, subdirector del Prado y futuro director de la National Gallery. Ya de por sí es un milagro que el Calvario haya llegado a nuestros días. Van der Weyden lo pintó cuatro años antes de su muerte y la donó a la Cartuja de Scheut, en Bruselas. Felipe II la compró luego para el Escorial. Desde su llegada a España en 1557 sufrió toda suerte de desgraciadas vicisitudes. Un incendio en 1671 abombó la pintura y alteró los colores y los 14 tablones de roble del Báltico que la conforman. Una caída la fragmentó y magulló en 1924 y las sucesivas restauraciones que sufrió, las dos últimas en el siglo XX, fueron más que desafortunadas.

Se trata de una descomunal obra de 1,9 por 3,2 metros con casi doscientos kilos de peso que salió hace tres años del Escorial y ha estado casi un año en la UCI del taller del Prado.

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