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«El avión en el que viajaba mi abuelo fue víctima de un sabotaje»

Javier Alonso, nieto de uno de los ocupantes del Junker estrellado en 1939, aporta nuevos datos sobre aquel enigmático accidente.

Javier Alonso de Quintanilla Peña, con el retrato de su abuelo, la pistola que empleó en vida y diversos documentos.

Publicado por
E. GANCEDO | CIÑERA
León

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Viejos recortes de periódico, cartas de la Capitanía General, fotografías —una de ellas, enmarcada, revela el sorprendente parecido que une a dos familiares que nunca llegaron a conocerse— y una pistola (la Astra de nueve milímetros fabricada en Guernica en los años veinte) reposan sobre una pulcra mesa camilla. Y quien ordena esos testigos del ayer es Javier Alonso de Quintanilla Peña, estanquero de Ciñera de Gordón y también nieto de Evaristo Peña Saiz-Rojas, uno de los cinco ocupantes del avión alemán que se estrelló contra la cima del Pico Cerroso el 17 de enero de 1939.

El pasado sábado, Javier Alonso se detuvo como imantado sobre un artículo de este periódico que revelaba la existencia de fotografías hasta ahora desconocidas —y de excelente calidad— relacionadas con aquel siniestro, recientemente recuperadas en una subasta por el escritor y editor leonés Gregorio Fernández Castañón para su revista Camparredonda. Ni la prensa de la época ni las escasas investigaciones sobre el asunto mencionan la existencia de vínculos leoneses entre el pasaje, pero Javier Alonso cuenta que su abuelo, aunque nacido en Burgos, había conocido a una joven de Ciñera en La Virgen del Camino, donde él se preparaba como mecánico de aviación y ella acostumbraba a escuchar misa en el santuario con su familia, con la que finalmente se casó. Además, el nieto demuestra que sus restos mortales reposan en el cementerio montañés.

«Se llamaba Evaristo y no Ernesto como por error aparece en la lápida en alemán que colocaron en Ocejo; se conoce que el traductor de la Luftwaffe se confundió a la hora de transcribirlo», aclara Javier Alonso, quien también transmite lo que —en voz baja— le habían explicado varias personas a su abuela: que el accidente se había debido a un sabotaje. «En concreto, le dijeron que habían metido algodón en el depósito de combustible. Por lo que parece, existía un comando que operaba en La Virgen y que estaba decidido a acabar con el prestigio de la Legión Cóndor». Una fama que no se podía empañar con acusaciones como esas, por lo que periódicos y documentación oficial achacan en todo momento a la mala climatología reinante o a una ‘bruma súbita’ la causa de que aquel Junker se estrellara contra el Cerroso, un monte de 1.838 metros de altitud, y que, en cambio, se deshicieran en elogios sobre los vecinos del cercano Ocejo de la Peña, quienes ayudaron activamente en el rescate de los cinco cadáveres —aunque presionados por las autoridades, de hecho se obligó a algunos a pasar la noche en esas frías alturas—.

Javier Alonso también añade que sus abuelos residieron algún tiempo en la calle Julio del Campo de la capital leonesa y que el destino catalán que menciona el Diario en 1939 es «muy probable». El resto de ocupantes, «aparte del piloto alemán y de mi abuelo, brigada mecánico, eran un teniente observador, un alférez piloto y un sargento mecánico», todos ellos muy posiblemente con la misión de reforzar los efectivos de aviación que entonces participaban en la batalla de Cataluña. Pero Alonso también comenta cómo en esta localidad minera aún resiste el recuerdo de que, gracias al hecho de que Evaristo Peña-Saiz Rojas había casado en Ciñera y tenía un hermano capitán, los aviones nacionales nunca bombardearon población civil en la villa. «Cuentan que siempre daban dos pasadas, ese era el aviso para que la gente corriera a refugiarse en el Cueto. Y así no pasó nada, a diferencia de lo que ocurrió, por ejemplo, en Santa Lucía o en Cármenes».

Recuperar la faceta personal de Evaristo Peña es, ahora, la incruenta batalla en la que está embarcado su nieto.

La esposa y la hija de Evaristo, ante su tumba. ARCHIVO JAVIER ALONSO.