Diario de León
Una de las salas de investigación de la Biblioteca Nacional.

Una de las salas de investigación de la Biblioteca Nacional.

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La Biblioteca Nacional está en el paseo de Recoletos 22. Y si por fuera ese edificio es ya de mirada obligatoria, por dentro sorprende como un laberinto del saber. Junto a las estancias de acceso público, tanto abierto como restringido, que son de gran belleza, hay otras plantas, salas y demás puntos, en donde se encuentra ordenado el mundo bibliográfico. Los avances técnicos e informáticos, auténtica ingeniería biblioteconómica, llevan a pensar cómo se las arreglarían en otros tiempos. Porque la estructura de la Biblioteca Nacional son ocho plantas, con muchos espacios dedicados a depósito de libros. Con sistemas climáticos propios algunos para mantener, según las necesidades, un estado ambiental determinado. Por ejemplo: el laboratorio de restauración tiene su propio sistema de control.

Y en este paseo por los libros, que se convierte en un recorrido de siglos, hay detalles del ayer más cercano, como la llegada del archivo personal de Antonio Muñoz Molina, que se sitúa junto al de Juan Goytisolo. O se ven espectaculares grandes formatos, manuscritos como el que hay de los Episodios Nacionales, de Benito Pérez Galdós; documentos de la Catedral de Toledo; más manuscritos árabes y hebreos... Un pasado, en fin, que tiende infinito.

Y todo en este siglo XXI que arrolla en tecnología destinada a mejorar la conservación. Como carcasas que evitan el paso de los rayos ultravioleta del sistema de iluminación. O ese sistema nuevo de extinción de fuego que además aporta una detección láser de fuego para anticiparse a cualquier suceso y propiciar que esta historia del tiempo no se detenga nunca.

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