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EL ESTADO DEL PATRIMONIO

La polución tiñe la muralla

La fortificación romana está especialmente ennegrecida en el tramo de Ramón y Cajal

La muralla parece un ‘jardin vertical’ poblado de maleza; en Ramón y Cajal la muralla está prácticamente negra

León

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A la muralla le han salido ‘ronchas’. El ‘sarpullido’ es consecuencia de la contaminación y de los residuos de las calefacciones de carbón, según el arquitecto del Plan Director de la Muralla, Melquíades Ranilla.

El tramo más afectado es el que discurre por la calle Ramón y Cajal. Aquí la muralla es ‘bicolor’, según desde dónde se la contemple. Más negra, lógicamente, en el sentido de la circulación rodada. Los tubos de escape de los coches llevan décadas tintando la muralla.

El problema no es exclusivo de este monumento. La polución ha cambiado la estética de la mayoría de los edificios históricos de la ciudad. La Catedral, por ejemplo, prácticamente no conserva los pigmentos originales. Curiosamente, era todo menos gris. Fue una de las catedrales góticas con mayor profusión cromática.

Sin embargo, el arquitecto, historiador y profesor de la Universidad de Columbia Jorge Otero Pailos, autor de La ética del polvo —un ensayo que gira en torno al Palacio Ducal de Venecia— sostiene que «los monumentos contienen los registros más completos de la historia de la polución industrial, y por extensión, de nuestra modernidad. Al limpiarlos se echa a perder una parte importante de nuestra historia».

La última limpieza

La muralla de León no ha sufrido una limpieza a fondo desde 1998, cuando empleados municipales y seis trabajadores sacados del paro dedicaron un año a sanearla. En Era del Moro la vegetación tapa literalmente amplias zonas de una muralla que en los últimos años ha sido fuente de litigios entre las administraciones, dispuestas a pelear en los tribunales por su titularidad, pero remisas a la hora de invertir en su rehabilitación. De hecho, entre 1968 y 1973 el Ayuntamiento y el Estado pleitearon por este Monumento Histórico, si bien ninguna de las partes pudo aportar documentos de propiedad, a pesar de que el Ministerio de Economía tiene a su nombre varios tramos de la muralla, como el Archivo Histórico Provincial y la anexa Iglesia de los Descalzos, un tramo de la calle Independencia, un cubo de la calle Ramón y Cajal, así como solares en Serranos y Los Cubos. A ello hay que añadir los propietarios particulares de una muralla que tuvo casi dos kilómetros y medio de extensión y aún conserva dos terceras partes de su trazado y 36 cubos (la mitad), algunos empotrados en viviendas.

El hecho de que la muralla no tenga un único propietario ha complicado cualquier rehabilitación. El claro ejemplo es el antiestético cableado eléctrico que ‘acribilla’ la fortificación y evidencia el descuido del monumento. Eliminarlo costaría únicamente, según el proyecto de Ranilla, 163.500 euros.

El ocaso de la muralla

El declive está perfectamente documentado. Entre 2000 y 2003 el Ayuntamiento recibió siete denuncias por el mal estado de la muralla y el desprendimiento de cascotes. Por si fuera poco, el tramo paseable de Ruiz de Salazar está desde hace años en el punto de mira de los vándalos, que destruyen una y otra vez el único tramo paseable del adarve. Hasta ahora, las restauraciones, a cuentagotas, han sido sufragadas por diferentes administraciones, principalmente el Ministerio de Cultura, la Junta y el Ayuntamiento. Asimismo, algunos particulares han costeado el arreglo de elementos aislados de la muralla integrados en sus construcciones. Durante décadas políticos y expertos abogaron por un Plan Director para llevar a cabo una rehabilitación integral de la muralla. Hecho el plan, el problema ha sido la escasez de fondos para acometer obras. En los últimos años únicamente se han ejecutado trabajos de emergencia, cuando la integridad del monumento y de los propios ciudadanos corrían grave peligro.

Otro asunto escabroso es liberar la muralla de las edificaciones anexas a ella. A excepción de las calles Carreras y Ramón y Cajal, prácticamente en todo el perímetro de la fortificación hay construcciones adosadas: en San Pedro de los Huertos, en Ruiz de Salazar, en la calle de Serradores, en el Caño Badillo —donde para la construcción del parking subterráneo bajo la Plaza Mayor se derribaron tres metros de muralla—, en Era del Moro, en Conde Rebolledo... En 2006 el Ayuntamiento anunció un ambicioso plan para dejar exenta la muralla, que se financiaría con la venta de suelo público. El asunto parece estancado.

En 2011 el Ayuntamiento calculaba que en 2017 habría concluido el arreglo integral de la muralla y que aproximadamente la mitad (un kilómetro) sería visitable. A dos años de que se cumpla ese plazo, resulta imposible de cumplir.

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