De nubes, misterios y montañas

Canseco es un pueblo de piedras ancestrales rodeado de montañas. Un lugar lejano y silencioso sobre el que vuelan nubes tremendamente sólidas. Canseco es un solar con historia, con muchos recuerdos felices de primaveras sin sombras, y con otros muy tristes de guerras y tormentas. Isabel Gutiérrez nació en Madrid y allí vive y allí trabaja. Pero Isabel, recordando los relatos que le contara su familia, decidió visitar un día el pueblo de sus antecesores, un lugar que había recreado una y mil veces en su imaginación. Y se encontró de pronto con un paisaje lleno de majestad. Con unas piedras que hicieron vibrar su alma. Con una versión nueva y maravillosa del lugar que cien mil veces había inventado entre sueños repitiendo el sonido lejano de las voces de sus ancestros. Isabel se compró una casa, recuperó las tierras de sus abuelos y, cada poco, regresa desde el tumulto de la capital de España al silencio de Canseco. Y, como es pintora, lleva diez años trasladando de la realidad al papel o al lienzo la verdad plástica del que considera ya su pueblo. Y lo hace de una forma muy imaginativa, pinta lo que ve, pero no solo lo que ve con sus ojos. En sus cuadros hay tanto de realidad palpable, como de aquellas calles que llevan directamente a la montaña, y de allí al cielo, que tantas veces imaginara en su niñez como un lugar mágico lleno de misterios, un paisaje de duros contrastes habitado por seres imposibles que no se ven, pero que destilan su magia desde las altas cumbres.

La pintora tiene un estilo muy peculiar, entrelazado poderosamente con el cubismo. Cuenta que «no soy capaz de pintar Canseco desde un solo punto de vista. El cubismo me permite reflejar varias caras de un mismo paisaje, crear variaciones. Así puedo reflejar en el lienzo, a la vez, lo que veo y lo que siento. Lo que recuerdo y lo que se hace material ante mis ojos».

En la exposición que Isabel presenta en las dos salas del A»uditorio9 Ciudad de León, ofrece una panorámica de ese idilio con Canseco que dura ya toda una década. Por eso el espectador que visita la muestra se encuentra con una primera parte dedicada a la témpera, una segunda en la que es el óleo el protagonista… y la última. La última parte de la exposición es la que le da nombre: El perfil de las nubes. En ella la pintora ha llegado a una sugerente síntesis, en la que ya solamente tres elementos se adueñan del cuadro, las altivas montañas, el cielo de un azul tremendamente sólido y las nubes que pasan en interminable desfile. «Las nubes en Canseco aparecen de una manera sorprendente. En solo unos minutos el cielo completamente azul se puebla de nubes blancas y el paisaje cambia totalmente, para ganar en belleza. Esas nubes crean emociones para que las contempla con el corazón abierto».