Gabriel Quindós, escritor
«La manera más feliz de acercarse a los hombres es la fabulación»
El leonés Gabriel Quindós, que presenta libro hoy analiza aspectos relacionados con el hecho creativo, cultural y vivencial de la propia ciudad
Merece la pena seguir la pista a Gabriel Quindós. Y si por sus relatos vietnamitas lo conoceremos mas, por sus opiniones se confirma que en este caso detrás del libro hay un gran tipo.
—¿Cuál es el tema detrás de Otras nubes, otras lluvias?
—El libro nace de una necesidad de contar historias de ficción. Durante muchos años, lo intenté con guiones de cine. Cerrado ese capítulo infructuoso de mi vida, llegó el momento de enfrentarme a la literatura, vocación ya lejana que todavía hoy me impone excesivo respeto. Encontré en los viajes, donde siempre se aviva la imaginación, el terreno ideal en el que cultivar mis anhelos.
—Un viaje entre la ficción y la realidad.
—Viajé a Vietnam en busca de historias que entrelazaría con las memorias del viaje. Me adentraba en un territorio inexplorado para el que carecía de modelos, por lo que la forma definitiva fue fruto de un largo proceso de búsqueda y reflexión. El libro, cuando menos, es fiel testimonio de una persona que cree que la manera más feliz de acercarse a los hombres y a su entorno es la fabulación. He tratado de comprender a los otros, pero tal vez sea este un inasible afán. Nunca existe la satisfacción plena, pero no doy por agotado este camino y habrá continuidad con unas memorias y relatos de mis paseos por un país de Sudamérica y, tal vez, otro de África.
—¿Qué nos puede decir del proceso editorial?
—Además de escritores, León es tierra de buenos editores. Conocí hace unos años a Mr. Griffin, seudónimo tomado de El hombre invisible de H. G. Wells. Ambos compartimos nuestro gusto por la discreción, lecturas y actitudes anglófilas y la pasión por las bellas ediciones. Con tantas afinidades, pronto surgió la necesidad de crear algo juntos. Amante de la excelencia, el cuidado que este acendrado editor pone en cada detalle del libro es ejemplar.
—¿Cuáles son sus referencias literarias?
—Aspiro a convertirme en un buen narrador. Esto supone aceptar que apenas eres un eslabón más, poco importante en mi caso, de todos aquellos que, desde hace siglos, tratan de seducir al lector con sus historias. Siento inclinación por aquellos escritores que se esconden detrás de la narración, los de estilo invisible que sacrifican las florituras del lenguaje para ponerse al servicio de la historia, los que tienen algo que contar y saben cómo hacerlo. En el ámbito del cuento, disfruto con la lectura de Maupassant, Chéjov o Isak Dinesen pero, para mi desgracia, en nada me parezco a ellos.
—¿Qué es eso de la visibillidad cultural?
—Hace décadas que se habla del papel residual de la literatura. La resonancia de los libros es ínfima, se asientan en el último escalón de la cultura popular. Apenas se escucha la voz de los escritores o pensadores de prestigio. Escribir, oficio de solitarios, es otro de los rostros del anonimato y, al menos en ese aspecto, me alegra que sea así.
—¿Es León un territorio cultural?
—Dudo que haya una ciudad con mayor número de citas culturales diarias en relación a su número de habitantes. «No damos abasto», es expresión habitual para reflejar la imposibilidad de acudir a todo lo interesante. Y con la peculiaridad de que casi todo es iniciativa privada. Un sinfín de músicos, poetas, escritores, artistas y creadores en general se muestran dispuestos a colaborar entre ellos y ofrecer con generosidad sus obras a los demás. El lado amargo es que la ciudad bulle como nunca, pero muy pocos artistas consiguen vivir de su trabajo.
Lugar: Palacio de Gaviria. Plaza del Conde Luna, 6.
Hora: 20.15 horas.