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PABLO GONZ, ESCRITOR

«Publicar un libro siempre ha tenido un prestigio exagerado»

«El ser humano, para actuar en el mundo, siempre ha necesitado imaginarlo», dictamina este narrador sevillano, con raíces en Cofiñal y que hoy y mañana presenta su novela ‘Libertad’ en León y en Astorga

El novelista Pablo Gonz (Sevilla, 1968)

Publicado por
E. GANCEDO | LEÓN
León

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Tras una serie de traumáticos episodios, la Humanidad enfrenta la peor escisión de su historia: una minoría selecta maneja unos niveles extremos de tecnología, lo cual les permite incluso disfrutar de la inmortalidad. Estos hombres ‘superiores’ viven aislados de los ‘inferiores’, a quienes consideran por completo salvajes. Es la sinopsis de Libertad (ed. Fantasía) la nueva novela de uno de los jóvenes narradores más inquietos y reflexivos del momento, Pablo Gonz, nacido en Sevilla, residente en Chile, con raíces en la Montaña leonesa y que hoy dará a conocer su nuevo título en la librería Artemis a las 20.00 (y mañana, a la misma hora, en la Casa Panero de Astorga).

—¿Qué sabe usted de Pablo Gonz? ¿Se reconoce a sí mismo en las portadas de los libros o en las fotografías de prensa?

—Sé algunas cosas de Pablo Gonz pero nunca dejo de descubrir otras nuevas; y eso a pesar de vivir relativamente cerca de él. Las fotografías siempre nos representan mal, peor aún cuando se posa para ellas. Yo persigo la sinceridad como un valor en sí mismo, de modo que huyo de todo lo que signifique crear una ‘imagen de marca’.

—¿Por qué escribir un libro distópico como es ‘Libertad’? ¿Es que no hemos llegado ya al ‘fin de los tiempos’ al límite de experiencias alienantes?

—La historia es el residuo del fluir del tiempo; y mientras el tiempo fluya, habrá historia. No vivimos en el peor de los mundos posibles y es deber de quienes podemos imaginar ciertos escenarios distópicos, entregarlos a los demás como advertencia o augurio. En el caso de Libertad, escrita hace ya diez años, extrapolé hasta donde pude ciertas características sociales que en aquel minuto apuntaban ya entre nosotros. Hoy, por desgracia, nos encontramos algunos pasos más cerca de lo que retraté en mi novela.

—¿Piensa porque escribe, o escribe porque piensa?

—Pienso porque no me queda más remedio (como le sucede al resto de la humanidad) y actualmente escribo sólo cuando siento que mi trabajo puede ser util para otras personas.

—¿Escribir una novela no será un acto de huida, una imposibilidad de entender el mundo tal y como es, y de ahí que inventemos otro más manejable?

—La novela es un instrumento cultural al que puede dársele muchos usos. Habrá escritores que escriban para huir de su angustia o de su incapacidad para comprender, para celebrar mitos o para entretener a sus compañeros de clase social. Yo he escrito, por ejemplo, para sanarme, para hacer reír, para poner en el mundo un objeto bello y para otras muchas cosas. En Libertad he escrito, sobre todo, para que las personas sepan que podemos (sin que el mundo cambie esencialmente) discurrir hacia un modo de convivencia que me parece injusto. Seré ingenuo, pero confío en la importancia de la ética en los desarrollos históricos y en la importancia del arte en la formación ética del individuo.

—De repente, en su biografía, aparece Cofiñal como si apareciera Alaska...

—Cofiñal me ha aportado muchísimo en lo personal, y esto se refleja, como es lógico, en mi trabajo literario: cientos de días de vida al aire libre (sobre todo durante mi infancia), el contacto con el campo (la recogida de la hierba, el cuidado de las vacas), además de algunas experiencias netamente literarias que ya he reflejado en mis obras. Siento a ese pueblo como el lugar donde está mi raíz: el único sitio al que volvía y vuelvo cuando paso de vivir de Sevilla a São Paulo, de São Paulo a Barcelona, de Barcelona a Madrid, de Madrid a Múnich, de Múnich a Valdivia. Y quizás etcétera.

—Modelos, presentadores de televisión, cocineros y hasta ex presos siguen empeñados en publicar libros....

—Escribir y publicar un libro tuvo siempre un prestigio exagerado. Me temo que la literatura se asociaba al quehacer de los religiosos. No olvidemos que tanto el cristianismo como el islam y el judaísmo son religiones ‘del libro’. Me parece que de ahí proviene el exagerado prestigio que revestía a cualquier libro (incluidas las novelas) e incluso a cualquier pieza impresa (por ejemplo un artículo periodístico). La actual abundancia de títulos es una consecuencia de la proliferación de tiradas pequeñas, algo relacionado con el triunfo de la tecnología digital en la industria gráfica. Podría buscarse un límite temporal que marcase ese cambio de era tecnológica, pero si en ello pretenden incluirse conceptos como «muerte de la novela» creo que nos equivocaríamos. El ser humano, para actuar en el mundo, siempre ha necesitado imaginarlo. Y como somos seres particulares y a la vez gregarios, siempre ha habido y habrá algunos más dispuestos a representar mundos posibles por medio de la ficción imaginativa.