Diario de León

OBITUARIO

Del silencio al silencio

Fallece la gran pintora leonesa Herminia de Lucas, uno de los exponentes del costumbrismo pictórico español

La artista leonesa Herminia de Lucas en una imagen reciente

La artista leonesa Herminia de Lucas en una imagen reciente

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MARCELINO CUEVAS | LEÓN
León

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Herminia de Lucas se ha ido como vivió, en silencio. Rodeada de un entrañable halo de timidez que durante muchos años le impidió mostrar en público su obra. En ella se hacía realidad eso de «el arte por el arte». Pintaba para sí misma, para disfrutar de los colores y las formas. «Creo que mostrar la obra es como manifestar un punto de soberbia –decía Herminia de Lucas- es como decir ¡mirar que hago! Prefiero la intimidad, abrir mi puerta y mi corazón de una forma más íntima».

Ella fue uno más de los alumnos de Demetrio Monteserín que acabaron formando la generación plástica leonesa más importante del siglo XX. Modesto LLamas, Petra Hernández, Manolo Jular… y con ellos Zurdo, Vargas, Redondo, y muchos más, todos ellos capaces de incendiar de color los agostados páramos leoneses, del pintar altivas montañas y a los peculiares personajes con los que coincidieron en el tiempo.

A pesar de su figura frágil, de su timidez intrínseca, la obra de Herminia de Lucas está llena de fuerza. Era una pintora de dibujo vigoroso, de enérgica pincelada. Su camino fue largo y en su transcurso tuvo tiempo de frecuentar todas las vanguardias, partiendo del clasicismo que le enseñaran en el Escuela de San Fernando de Madrid. Su obra rozó con el cubismo, con un hermoso expresionismo y, llegada al último capítulo de su trayectoria, con la abstracción.

Sus cuadros hablaron en tiempos de sus seres queridos, de los rincones de su casa. Vendrían después los poéticos paisajes y en último término, como hemos dicho, una abstracción conectada con lo más hermoso de la naturaleza. En su obra destacan los horizontes eternos, las composiciones en los que las líneas van de uno al otro lado del cuadro descubriendo colores, desentrañando el misterio de la vida que, para ella, era algo muy sencillo: pintar, pintar y pintar.

Los paisajes de Herminia estaban rescatados de la memoria, «Son recuerdos de mis viajes –comentaba- y a veces también pura invención. En muchos momentos siento la necesidad de vomitar color, porque yo soy una pintora colorista. Casi todos mis cuadros responden a un tema que me apasiona y que no es otro que reflejar la concavidad del espacio, el abrazo de la tierra con un eje, que es el horizonte, unas veces pinto más tierra, otras más cielo, ya se sabe que los abrazos pueden ser muy diferentes. El color me apasiona mucho más que el dibujo y pinto sin pensar en cómo terminará el cuadro».

Lo que intentaba explicar Herminia de Lucas está muy claro en sus cuadros en los que, como dijo otro pintor, Alcorlo, «Se deja llevar por la sugerente belleza de los pigmentos, que son su sustancia, e ilumina así, con fuerza mineral, los mundos intuidos que van aflorando, convirtiéndose en telúricos abrazos, en polícromos fulgores de su infatigable trabajo».

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