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Los beatos, la línea y la gravedad

El pintor leonés Francisco Suárez expone en el Museo de León.

El artista leonés Francisco Suárez.

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marcelino cuevas | león
León

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Francisco Suárez es un pintor lleno de originalidad. En los últimos tiempos para la realización de sus abstracciones emplea un método único que él mismo ha inventado y que ha desarrollado hasta la máxima perfección. El artista pinta cuadros de gran tamaño que parten de varios fondos de colores planos sobre los que deja deslizar gotas de pintura de diferentes tonos que caen en el lienzo por el efecto de la gravedad. El resultado es absolutamente original.

En el Museo de León presenta una gran colección de enormes lienzos que llenan las dos salas de la entidad. Y Francisco Suárez explica así el proyecto de la muestra: «Las exposiciones en el Museo de León –dice- suelen tener un tema que tiene que ver con la ciudad, con la historia... Mi exposición enlaza el uso de la geometría y el color de los miniaturistas medievales que trabajaron en los monasterios de estas tierras entorno al año 1000, los que iluminaron biblias y beatos, con el uso de esos mismos elementos en el arte abstracto geométrico del siglo XX del que, a fin de cuentas, yo soy continuador. En especial las franjas de colores que forman el espacio en los Beatos tienen un llamativo paralelismo con mis cuadros».

El pintor ha llamado a su exposición Campos cromáticos . «Personalmente –explica- lo que más sigo admirando es la audaz manera en que está organizado el espacio con franjas cromáticas vivamente contrastadas; un elemento característico de los Beatos, quizás los más sugestivos de todos los códices altomedievales. Para los que sentimos el arte de nuestro tiempo, esas franjas coloreadas remiten, además, a una larga tradición de pintura abstracta y geométrica que recorre el siglo XX y llega hasta nuestros días. La misma en la que se inscribe la obra que ahora presento en esta exposición».

El color de los códices

Suárez busca la inspiración en los colores de los viejos códices, de la misma manera que los arquitectos del Musac, hicieron con los de las vidrieras de la Catedral para crear su fachada. Y con ellos y su complicada técnica, crea unas inquietantes imágenes que unas veces viajan por el cuadro de forma horizontal y en otras siguen un trazado vertical, pero que se repiten una y otra vez incansablemente, recordando a los artistas abstractos americanos de mediados del pasado siglo, pero incluyendo siempre grandes dosis de personalidad. La pintura de Suárez es, según el crítico Luis García, «Muy rigurosa, muy estricta, muy regulada y muy controlada. Pero uno de los elementos claves para comprenderla es que en sus cuadros hay una parte muy importante de descontrol, un segmento en el que el artista no puede controlar la ejecución de la obra, sino que la casualidad va a ser el eje de su trabajo. Hay pues en su obra dos componentes: el racional y que en algunos casos roza casi la matemática, empleando la línea como elemento generador de sus cuadros. Y por otro el componente gestual, espiritual, poético, que viene como consecuencia de esa acción incontrolada que participa en la creación como protagonista».

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