Diario de León

La crueldad de un bosque encantado

El artista leonés Santocildes expone sus últimas creaciones en la galería Espacio-E.

El artista leonés Santocildes posa con una de las obras que integran la exposición.

El artista leonés Santocildes posa con una de las obras que integran la exposición.

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marcelino cuevas | león
León

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El cuartel general, el taller de Santocildes es como una tenebrosa cámara de tortura. Igual que en una mazmorra medieval, múltiples instrumentos están preparados en él para quebrar, retorcer, tensionar y descuartizar… la madera. Si fuéramos capaces de escuchar los gritos de los troncos aserrados, prensados, doblados y tatuados una y mil veces, llegarían a nuestros oídos unos sonidos muy parecidos a los que los reos de la Inquisición proferían en sus cámaras de tortura. Pero Santocildes es un verdugo sin malas intenciones. Si somete a los tablones a presiones de miles de kilos por centímetro cuadrado, si los corta, si les rompe su estructura y les marca con grafías imaginarias… es con la benéfica intención de crear arte.

Santocildes es un amante de la naturaleza, la admira y la vive, pero no está conforme con ser solamente un testigo impasible. Siente una irrefrenable necesidad de crear su sus propios mundos, de inventar sus bosques particulares en los que el viento o la vibración de la música sean capaces de hacer que sus obras dancen sinuosamente en el espacio.

En Espacio-E, el artista ha creado una capítulo más de su gran obra, un libro que se extiende en el tiempo desde que decidiera crear un hermoso tótem a partir de la estructura muerta de un viejo árbol abandonado a su suerte. Bosque, ha titulado esta nueva exposición y es cierto, el artista ha creado un bosque mágico en el que repite sus teorías de siempre, sus grabados en madera. Una madera que este caso es capaz de crear un auténtico ballet en el espacio expositivo.

No es fácil penetrar en el mundo interior de este peculiar escultor-pintor, por eso vamos a recurrir a las palabras que sobre esta exposición ha escrito Alexandra, la hija del autor. «La madera como soporte –dice- los motivos naturales y la verticalidad unida al dinamismo de las formas fuerzan ese viaje por la floresta imaginaria del artista. La parte más sensorial viene dada por el movimiento de las piezas. El empleo de materiales planos y flexibles consigue que al más mínimo contacto con las piezas puedan oscilar cumpliendo así el primer deseo del autor: transmitir vida». Y como testigos mudos de este bosque encantado, una serie de grabados en los que se repite la cita con la naturaleza, con esos árboles a los que ama tanto que acaba torturándolos para crear unos mundos personales en los que Santocildes se siente muy a gusto.

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