CULTURA
«Los anticuarios de León podrían haber sido un gran atractivo turístico»
Pepe Muñiz y otros cuatro autores protagonizan hoy el ‘Recorrido romántico’ más longevo de España.
«Hombre conocido por sus múltiples gatuperios y muy difícil de clasificar...». Así lo intentaba definir en una de sus columnas una de las personas que mejor conocen a Pepe Muñiz, Javier Tomé, quien en otro pasaje continuaba bosquejando el retrato: «Abogado de profesión, coleccionista por vocación... y tarambana a tiempo completo». Pero en medio de la mucha leyenda (sin ir más lejos, su edad) que rodea a este personaje entre galdosiano, dickensiano y genarinesco, cosa cierta sin atisbo de duda es su inmenso amor por las antigüedades y rarezas, afán que le ha llevado a atesorar en sus inmuebles más piezas singulares que muchos museos: su casa, y lo dice él mismo, parece «la cueva de Alí Babá», un retablo de las maravillas.
Pepe Muñiz es uno de los cinco autores que participan, hoy, en ese Recorrido romántico que a decir de su organizadora, Sarita Álvarez Valladares, es el más longevo de España —como tal data de 1971, pero su huella, bajo diversos nombres, puede rastrearse hasta 1949— y para el que pide un apoyo y presencia institucional parejos a los de antaño. En el de esta noche, Muñiz recordará el mundo de los anticuarios de León, y lo hará desde la nostalgia («ésta era una ciudad de muchos anticuarios, hasta hace no tantos años había treinta, y hoy apenas resisten tres»), con mirada de niño curioso («yo, de niño, me asomaba al desván de mi abuela y quedaba fascinado ante todos aquellos trastos») y con vocación de homenaje a Félix, el de la calle de los Cubos («es como si dijéramos el último de Filipinas, y cuando éste se jubile, adiós muy buenas»).
Por eso, Pepe lamenta que la ciudad haya dejado escapar a tantos exponentes de una profesión «que es también artesanía, si a un santo que yo compraba se le caía la nariz, uno de estos profesionales me la reponía». Y reflexiona que la red de anticuarios de León podría haber configurado «un atractivo turístico de primer orden», un itinerario de la memoria de mayor calado que los mercados y rastros actuales. «Y los anticuarios no se hacen competencia, son como los bares, cuantos más haya, más va la gente», apunta. Además, el coautor de la serie de libros León insólito hará un repaso somero por el devenir de los aficionados a las antigüedades aun en las épocas más remotas: «Hace 5.000 ya se saqueaban tumbas egipcias, o sea que ya había coleccionistas», dice con su ironía habitual. «Y en Roma había todo un barrio de anticuarios, apiñados en torno a la Vía Sacra», expone.
Pero, ante todo, Muñiz mencionará algunas curiosas anécdotas leonesas relacionadas con las antigüedades, como aquella señora de postín a la que, tras una serie de desgracias familiares, le recomendaron distraerse con una afición, y ella escogió la de coleccionar botones. «Acabó superando al coleccionista de botones más famoso de la historia, el rey Francisco I de Francia, que llegó a reunir 13.650 botones». Y, remontándose aún más, describirá una desconocida leyenda según la cual, cuando Almanzor llegó hasta las murallas leonesas, los anticuarios de la ciudad decidieron crear la muñeca de porcelana más grande y hermosa del mundo. La colocaron en lo alto y, al verla, una de las esposas del caudillo tuvo tantos celos de ella que convenció a su marido para que no atacase León y se marchase».
A fin de cuentas, un mundo que tiene que ver «con las cosas que se hacían a mano, con las cosas únicas, distintas y llenas, más que de valor económico, de valor sentimental. Con la memoria de lo que fuimos».