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Un gran calendario de piedra y luz

Las pinturas rupestres de Librán y San Pedro servían para medir las estaciones, de acuerdo con un estudio de los expertos Feliciano Cadierno y Miguel Ángel González que darán a conocer en un congreso extremeño.

Buracón o Furacón de los Mouros, Librán. Los rayos entran sólo dos veces al año, a primeros de febrero y primeros de noviembre, e inciden justo sobre la pintura que representa el sol: ésta adquiere un tono dorado hasta acabar recibiendo un gran chorro de

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e. gancedo | león
León

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Un enorme calendario lunar y solar en plena naturaleza. Con ese fin habrían sido elaboradas las pinturas rupestres de los lugares bercianos de Peña Piñera, Librán y San Pedro Mallo si seguimos las conclusiones de un profundo estudio que acaban de terminar los expertos Feliciano Cadierno y Miguel Ángel González y cuyas conclusiones darán a conocer en el XIX Congreso Internacional de Arte Rupestre IFRAO, que se celebrará en Cáceres del 31 de agosto al 4 de septiembre.

Ambos firman el trabajo titulado Estudios arqueoastronómicos sobre la pintura rupestre esquemática, ¿posible indicador de épocas de frecuentación? A propósito de Peña Piñera, Librán y San Pedro Mallo , que proporciona «evidencia estadística» de que el conjunto de pinturas rupestres de Peña Piñera, así como otros del Bierzo, funcionaba como un enorme calendario lunisolar «gracias a los efectos de luces y sombras singulares que se producen en las representaciones justamente en el amanecer o el anochecer de ciertas fechas del año, o en los extremos de un ciclo lunar que dura algo menos de 19 años y que se conocen como lunasticios mayores y menores», según avanzó González al Diario.

Unas fechas del año que corresponden a la división del año en cuatro partes o estaciones —centradas por solsticios y equinoccios—, «que constituyen el calendario de los primeros agricultores y ganaderos de la Europa atlántica», según indicó este especialista, y cuyas reminiscencias actuales «son lo que llaman en las Islas Británicas ‘el calendario celta’, con sus fiestas de Imbolc , Beltaine , Lugnasad y Samain , o nuestras celebraciones de carnavales, mayos, San Juan, fiestas patronales de cosecha, Todos los Santos y Navidad», continuó. En cuanto a los lunasticios, el estudio revela una interesante conexión con los monumentos megalíticos británicos.

Aunque este tipo de propuestas son aún escasas en España, en el Reino Unido se ha generalizado con cierta normalidad el estudio de los megalitos bajo esta perspectiva. Una mirada «que no sólo puede ayudar a despejar parte de las tinieblas que ocultan el significado del arte rupestre sino que puede ayudar a comprender las raíces culturales de las regiones del Noroeste de la Península Ibérica, y particularmente la leonesa, y esto es así porque podemos rastrear los orígenes de sus tradiciones festivas populares hasta el uso festivo de los conjuntos megalíticos y el arte rupestre», prosiguió Miguel Ángel González.

¿Casualidad?

Los autores recuerdan que, como estos fenómenos de luces y sombras bien podrían responder a la simple casualidad, decidieron en su día realizar un estudio sistemático «que incluyera un análisis estadístico de gran cantidad de pinturas entre las que incluimos las de Peña Piñera, Librán y San Pedro Mallo. Definimos los tipos de fenómenos de luz y sombra que podían producirse, medimos las direcciones del sol o la luna asociadas y estudiamos las frecuencias relativas de estas direcciones», narran, y explican su proceder: «Es como contar el número de 1, 2, 3, 4 ,5 y 6 que aparecen al tirar un dado muchísimas veces. Lo normal es que la frecuencia de cada una de las caras sea aproximadamente igual, pero si una de las caras aparece muchas más veces que el resto, es que el dado está trucado».

«Esto es lo mismo pero con direcciones astronómicas —aclaran—. Encontramos que algunas direcciones aparecían con mucha más frecuencia que el resto, lo cual indicaría que hay un patrón deliberado en el emplazamiento de las pinturas. Una de esta direcciones destacadas es la que corresponde a las fechas de primeros de febrero y noviembre. Otras direcciones son las de los solsticios, la de primeros de mayo y agosto y otras correspondientes a un fenómeno lunar que sucede cada 19 años, ya reconocido en alineamientos presentes en algunos tipos de monumentos megalíticos británicos entre los que se incluye, por ejemplo, el célebre de Stonehenge».

Feliciano Cadierno es arqueólogo y está realizando una tesis doctoral en la Universidad de Valencia cuyo objeto es catalogar el arte rupestre esquemático leonés recopilando yacimientos y detallando representaciones de las pinturas mediante técnicas avanzadas de procesamiento de imagen. Por su parte, Miguel Ángel González es ingeniero y desde hace seis años se ha especializado en la interpretación del arte rupestre en base al seguimiento de un antiguo calendario lunisolar al señalar ciertos hitos del ciclo solar y lunar. Ha publicado sus avances en un libro, Teleno, señor del laberinto, del rayo y de la muerte (ed. Lobo Sapiens) y en su blog personal, asturiense.blogspot.com.