…Y Prieto cogió su pincel

No hay tiempo para el titubeo, hay que tener la mirada aguda y la mano ágil. La pintura rápida es una lucha contra el tiempo, el artista debe cambiar segundos por pinceladas y lograr plasmar el paisaje en el lienzo con originalidad y sutileza.

Gonzalo Prieto es un privilegiado, nació para la pintura y ha sabido especializarse en los concursos al aire libre. «Lo cual no quiere decir que no dedique muchas horas a pintar en el estudio. Son dos formas muy diferentes de entender el arte, pero creo que igual de válidas», explica el pintor.

Gonzalo está preparado para su misión, se ha inventado un enorme baúl, nada que ver con el de la Piquer, en el que transporta sus útiles de trabajo, pinturas, pinceles, aceites, disolventes e, incluso, una buena dotación de agua. «Las mañanas de verano —comenta— que es cuando más concursos se celebran, son muy largas bajo el sol. Hay que tenerlo todo a mano, si no, es imposible mantener la concentración necesaria. Lo principal en esta clase de pintura es tener claro cuál es el motivo elegido y cuál la técnica a emplear. El pasado año me dediqué de una forma especial a pintar paisajes en los que el agua fuera protagonista. En este he cambiado, procuro encontrar rincones que me permitan una interpretación cercana a la abstracción, en la que el motivo principal sea solamente una silueta. Así ha sucedido con el premio del Ejército, donde hice una interpretación, creo que original, del Alcázar de Toledo y en el segundo premio que logré en León en las pasadas fiestas de San Juan y San Pedro, con mi visión particular de la Catedral».

Y con cada premio logrado, una muesca que añadir a su paleta. Más de cien galardones en los últimos cinco o seis años hablan bien a las claras de su magisterio plástico de urgencia. Creo —comenta— que de todos los galardones que he logrado a lo largo y ancho de la geografía española, el más importante es el del Ejército, que he conseguido este año y que me fue entregado en un acto lleno de autoridades y presidido por el mismísimo Ministro de Defensa. Es un premio dotado con 2.500 euros y en el que participaron más de doscientos artistas de un gran nivel».

«Mi ilusión —confiesa el pintor— sería estar todo el día pintado, aunque eso no puede ser porque hay que ganarse la vida de otra manera. Pero casi todo el tiempo que paso en mi casa lo dedico a la pintura. Y los fines de semana también soy feliz cogiendo el coche y peregrinando hasta el pueblo o ciudad donde se celebre el concurso. Lo mío por la pintura es una auténtica pasión, una obsesión que cuando pinto se convierte en un bálsamo maravilloso que me hace olvidar cualquier problema».