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Imanol le vela el sueño a Evita

El actor leonés presentará en el festival de cine de San Sebastián la película ‘Eva no duerme’, en la que interpreta al embalsamador del cuerpo de la mujer de Perón.

Imagen de una de las escenas de la película que en septiembre se presentará en septiembre.

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sara ledo | madrid
León

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El actor leonés Imanol Arias vuelve a su otra casa, San Sebastián, para presentar Eva no duerme , la crónica del viaje por Europa del cuerpo embalsamado de la primera dama argentina Eva Perón, una política amada y odiada a partes iguales, y motivo de confrontación incluso después de muerta. «Es una película muy interesante y muy potente, y políticamente muy perturbadora», explica Arias, para quien volver a San Sebastián «es un regalo siempre».

Y lo es «por la historia del festival, pero también por la mía propia. Para mi es como volver a casa sin estar en casa», reconoce el actor en la Academia de Cine, tras conocer la presencia de su película en la sección oficial a competición de la 63 edición del festival. Eva no duerme relata la odisea que vivió el féretro con el cuerpo embalsamado de la política argentina Eva Perón por Europa, desde su muerte en 1952 y hasta su entierro en el cementerio argentino de La Recoleta 25 años más tarde, a través de tres cuentos.

La primera de las etapas está protagonizada por el embalsamador de Evita, Pedro Ara, personaje al que interpreta Arias, un señor de clase alta y de origen español, «monárquico», «que había trabajado para el ejército», y «despreciaba el peronismo», pero que, con el paso del tiempo, explica Arias, «fue el único que la defendió frente a los militares». «La última imagen de Pedro Ara es frente al cuerpo defendiendo algo que personalmente había defenestrado como figura, y que le costó su matrimonio y su vida», explica asombrado.

El embalsamiento que realizó fue «tan, tan, tan increíblemente perfecto», precisa Arias, que se dice que precisamente esa fue la tragedia de Evita y lo que «no la dejó dormir ni descansar nunca».

El filme se completa con la historia del robo del cuerpo por el teniente coronel Carlos Eugenio Moori Koenig en la noche del 23 de noviembre de 1955, y el secuestro y muerte del presidente Pedro Eugenio Aramburu.

Dirigida por Pablo Agüero, ganador del Premio del Jurado de Cannes con su debut, el corto Primera nieve (2006), y un hombre «experto en festivales», en palabras de Arias, la cinta está rodada en plano secuencia y mezcla realidad, a través del uso de archivo histórico, con ficción a través del trabajo de los actores.

Más protagonistas

La película cuenta, además, con el argentino Gael García Bernal en el papel del Almirante Emilio Eduardo Massera, uno de los principales protagonistas de las batallas de la dictadura argentina contra los disidentes políticos.

La muerte de Evita es una historia conocida a la vez que «desconocida», matiza Arias, para una sociedad que conoce bien «quién fue» la política argentina, pero no «todo el trasiego» que había detrás, con anécdotas como su escondite en Milán, el accidente que tuvo la ambulancia que la trajo a Madrid o las vejaciones al cuerpo. Una figura llena de simbología que fue «amada» y «odiada» en su país a partes iguales, precisa Arias, quien ya había leído la novela de Tomás Eloy Gutiérrez antes de saber que haría una película sobre ella, y siempre ha tenido la sensación de que esta mujer fue «alguien que toda la vida había servido para contentar a los demás».

«Tenía tanto poder de fascinación que le tenían miedo tanto los peronistas como los militares; con el cuerpo de Evita,-apunta- aunque fuera muerta, la dictadura argentina tendría problemas, y los tuvo: mientras no salió del país no se instaló la dictadura argentina».

Arias no entiende muy bien esa fascinación sobre quien describe como alguien «humilde», «casi una prostituta», añade, y una «actriz normal» que acompaña y entrega su vida al líder, y que tenía una forma desgarrada de hablar en un momento determinado. «Son mitos históricos y mitos de la política, de los que uno nunca sabe el por qué de esa fascinación», argumenta.

En España no ha habido nunca una figura que haya despertado tal magnetismo, «quizás los Reyes Católicos, pero era otro momento social», se corrige, porque, en su opinión, «aquí hemos sido mucho más ramplones con nuestros dirigentes».