Diario de León

Un surrealista leonés perdido en los montes de Asturias

Enrique Carlón presenta en la Fundación Carriegos ‘Nuevo Mundo Amoroso’.

‘Perro’, una de las obras que Enrique Carlón expone en la Casona de Carriegos.

‘Perro’, una de las obras que Enrique Carlón expone en la Casona de Carriegos.

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marcelino cuevas | león
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Por muchas razones la sala de exposiciones de la Fundación Carriegos le queda pequeña al artista leonés Enrique Carlón. Primero por su talla personal, le falta apenas un dedo para que su gorra impacte con el techo. Y después, porque la obra de este ya veterano surrealista es merecedora del mejor marco posible. Y con esto no queremos decir que la Fundación Carriegos, dirigida con mano firme por Luisa Traseira, no tenga un bien merecido prestigio que se ha ganado exposición tras exposición durante los últimos años, sino porque la obra de Carlón necesita de más espacio para poder ser contemplada en plenitud. El artista, que vive en una perdida braña asturiana, cercana a Villaviciosa, busca en sus cuadros horizontes amplios en los que puedan disfrutar de libertad sus animales imposibles, esos seres mágicos que pueblan los prados que Carlón siega con una vieja guadaña, y que aparecen travestidos de surrealismo en sus obras.

Hace ya más de quince años que el artista no exponía sus obras en León, pero desde entonces sus conceptos han cambiado muy poco. «Yo soy un surrealista convencido –asegura- que escribe, pinta, hace collage o escultura… o que simplemente vive y camina. Ese el auténtico fondo de toda mi obra».

La muestra que Carlón presenta en Carriegos se titula Nuevo Mundo Amoroso , y existen fundadas razones para llamarla así. «Todos estos cuadros se basan en un libro de Charles Fourier, que fue un gran utópico francés. Se publicó por primera vez en Francia en los años sesenta del pasado siglo, fue un libro que cautivó a André Breton, en el cual se plantea que hay otras posibilidades de ordenar el mundo más allá de las que el hombre ha hecho. En el sigo XIX Fourier proponía el desarrollo de todas las pasiones como una posibilidad de transformación para el género humano. En el libro describe como sería ese mundo, en él reinaría la armonía, la guerra y la propiedad privada no existirían… y sí el desarrollo completo de todas las pasiones, no solo del amor, sino también de la ambición o la avaricia que serían desarrolladas de una forma ordenada. Ese mundo utópico que tiene una gran ingenuidad tiene también una gran penetración sobre el tiempo que vendrá…esa posibilidad está presente hoy, el hombre es capaz de transformar su entorno para bien, no de destruirlo. Veremos si somos capaces de hacerlo». Enrique Carlón es eso que ahora tanto se dice: un artista del Renacimiento, capaz de practicar todas las artes conocidas, pero él tiene otra idea sobre sí mismo. «Yo no soy profesional de ninguna faceta artística. Mis obras son una proyección de mi posición como militante surrealista. Cuando me llama la mano del santo pues escribo, si me viene la inspiración, si no es así no escribo nada. Si veo algo que me lleva a la pintura, pinto. Si encuentro un objeto en la calle lo recojo. Si no estoy tocado por la gracia no hago absolutamente nada».

Pues esta es la pequeña historia de un portentoso artista leonés que vive sencillamente en una aldea perdida de Asturias, a ocho kilómetros de Villaviciosa, en la que ya solamente quedan dos familias. Y allí, si la inspiración no surge, pasa los días segando, recogiendo manzanas o escuchando como los corzos llegan a llamar a la puerta de su casa.

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