ENTREVISTA / ÁLVARO POMBO
«Me gustan mucho los autores de León, Gamoneda es excepcional»
«Hay una realidad en tu cabeza y otra, fuera, que pueden coincidir a veces», asegura el autor de ‘Un gran mundo’, una novela que siendo particular se presenta como una catarata de los recuerdos que conforman las biografías de las familias de provincias
La casa de Álvaro Pombo da al cielo de Madrid. Caótico ático que es un vital relato de sus últimos treinta años en la capital. Tan espectacular, con tanta personalidad en tan poco espacio, con tanto duende y tanta magia, que el fotógrafo al darse de bruces con tal filón fotográfico sólo le falta cantar bingo. En todo ese tiempo no ha dejado ese hogar que es auténtico territorio Pombo. Lejos de pensar en si las paredes hablaran, con el cántabro como interlocutor no hace falta. Él lo hace con empatía y simpatía. Convaleciente de enfermedades y achaques, el autor de la celebrada Donde las mujeres ha adelgazado y lamenta tener aparcada su gran actividad física. Porque detrás de este intelectual hay alguien que disfruta de una caminata, un paseo en bicicleta, gimnasio... Un gran mundo, editada por Destino y que rescata para la ocasión el anterior título citado, es su última novela. Y como es habitual en él, sirva la expresión vulgar de que te pasa por encima con una historia que siendo particular es una catarata de los recuerdos que conforman las biografías de las familias de provincias. Quien se someta a esta entretenida novela podría cambiar los nombres propios de los personajes por los de su propia familia. Al acabar la entrevista uno no puede dejar de pensar: Ya no hay casas como la de Pombo. Y reivindica el periodismo. Un gran tipo.
—Antes que nada: muchas gracias por reivindicar la lectura de los periódicos. Con lectores como usted, este negocio estaría a salvo...
—Hombre, por supuesto. Leo muchos periódicos. Todos los que puedo. Y por la tarde, leería más. Leo muchas cosas de opinión. La verdad es que es lo que más leo. A veces de gente que conozco, y que son amigos, y otros, que no conozco pero sigo y admiro. No sé si se debe hacer así o no, pero es lo que me gusta. Cuando me fui de España, me aficioné a leer periódicos. Compraba uno por la mañana y otro por la tarde. Eran los años buenos del periodismo. Yo me fui de España en el 66.
—‘Un gran mundo’ es un retrato de un personaje irrepetible pero hay mucho de lo colectivo. De esa España del franquismo...
—La novela se desarrolla en esa época que se llama el franquismo sociológico. Y que si lo piensas bien era el franquismo que había. Esa gente que formaba la burguesía de entonces, eran franquistas todos. Esto era así. Y, hombre, era así sobre todo porque si no estabas fuera. La novela habla de esa época y esa gente que se hacía llamar la buena sociedad. Y es lo mismo: La buena sociedad era franquista porque si no te quedabas fuera.
—Mezcla ese retrato con lo que es la arrolladora tía Elvira y esa voz que recuerda y más o menos asegura que no lo va a hacer desde el rigor sino desde la emoción...
—Esto libro es más una evocación. De esa tía Elvira, de la juventud de entonces, del Madrid de aquella época, de los inicios de Marbella. Hay una realidad que está en tu cabeza y otra, fuera, que pueden coincidir a veces. Es la historia de cualquiera de cada uno de nosotros y su ciudad. O sea, que es también un poco lo de aquella intrahistoria que decía Unamuno. Y tiene también algo de esa metafísica dualista, que hace juicios de buenos y malos. A la vez que hacemos eso tenemos que darnos cuenta de que todo era más relativo. Yo en el libro añado una posición irónica. De hecho, la persona que narra en mi libro toma partido. Critica a la protagonista, pero por otro lado la salva.
—En las primeras páginas se puede pensar en vaya varapalo que se va a llevar tía Elvira...
—Pero luego ves que no. No es tanto varapalo. Hay más fascinación. Era una persona frívola y fría, pero tía Elvira era más fascinante que otra cosa. Frívola, pero fascinante, afrancesada, con una historia que en esos años de juventud fascina a los otros personajes.
—¿Hay que recordar aquellos años como mejores en lo que respecta a la construcción individual del individuo?
—No, no hay que tener nostalgia. Era diferente. Por ejemplo, no viajábamos tanto entonces. Bueno, no viajábamos nada. Ahora ves que la gente viaja y viaja. Nosotros vivíamos en un mundo más imaginario pero que era enorme. Era un mundo imaginado, y era un mundo muy hablado. A mí que me gusta viajar, te puedo decir que disfruto casi más preparándolo que luego yendo a los sitios.
—¿Pero no coincide en decir que este gran mundo de 2015 sí que es un poco peor para los niños cuando se piensa en, por ejemplo, la perdida de la inocencia de los personajes de ‘Un gran mundo’?
—Tampoco pierden mucho la inocencia estos personajes... Ahora hay muchas más cosas y sería imperdonable no saber aprovecharlas. En provincias nos teníamos que inventar el mundo. Cuando eres pequeño, aunque seas ingenuo e inocente, crees que sabes muchas cosas de la vida. Yo veo ahora a hijos de mis amigos, y fíjate tú, en la de sitios que han estado. México, Nueva York, Argentina... Supongo que ahora será mejor, pero entonces había un período más introductorio. Yo, después de todo, espero ser de los que no han perdido la infancia.
—Estuvo en UPyD. ¿Qué hace un intelectual en primera línea política?
—Sigo preocupándome por lo que pasa. Yo sigo siendo de UPyD, y ahí sigo. Pago mis cuotas y les votaré. Pero son muy pocos. Me da pena lo que ha pasado. Pues me metí sinceramente sin otra intención que la de hacer frente un poco al rollo del bipartidismo.
—¿Cree que ya hemos logrado que lo de ser español valga para todo menos para sentirse orgulloso? Parece que ya hemos dilapidado hasta la Transición...
—¿Cómo no vamos a estar orgullosos de ser quién somos? De Galicia, de Santander, de Asturias, de Madrid, de Cataluña... De todos esos sitios. Yo creo que sí hay motivos para estar orgulloso de ser español. Y la Transición me parece un momento importante y bueno para España.
—¿Sigue de alguna manera la literatura que se hace en León?
—Me gustan muchos autores leoneses y Gamoneda me parece un poeta excepcional.