Diario de León

Un día de compras por Legio

Restaurantes, tiendas de moda, hostales, comercios y oficinas de la capital esconden en su interior valiosos restos romanos, medievales y renacentistas que no aparecen en ninguna guía. Desde vestigios de construcciones campamentales hasta tramos menos conocidos de las dos murallas que se levantaron en la ciudad —la tardorromana y la medieval—, pasando por el mismísimo cuartel general de la Legio VII, donde guardaban sus pertenencias más importantes. León esconde algunos de sus mejores tesoros a la vista de unos pocos en numerosos locales.

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PABLO RIOJA | LEÓN
León

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Son las 7.00 y apenas echo el primer vistazo del día. El traqueteo del camión de basura me recuerda que el viejo Reino se está recuperando aún de su última ‘batalla campal’ entre barrios románticos y húmedos. Me hospedo desde ayer en el Alda Casco Antiguo, un confortable hostal perdido en mitad de Cardenal Landázuri desde donde pretendo comenzar mi particular aventura por el León más romano. Y no, hoy no me detendré en museos, guías, ni monumentos. Hoy aprovecho para ‘colarme’ en diversos comercios de la ciudad donde —a pesar del paso de los siglos— la huella de la Legio VII está más viva que nunca.

Y, sin ir más lejos, mientras le revelo a la chica de recepción mis planes —cual villano en toda película de detectives made in hollywood que se precie— la joven, sorprendida, asegura que mi ruta comienza más cerca de lo que parece; en la planta baja del hostal. Allí descansan los restos de unas construcciones campamentales del que fue el único asentamiento legionario de Hispania entre finales del siglo I y comienzos del IV d.C. Pueden verse sin problema e incluso ‘pisarse’ virtualmente. Me siento protegido en aquel pequeño habitáculo y puede que tenga cierto sentido, pues los romanos articulaban toda su estrategia en base a los campamentos fortificados que daban cobijo a sus legiones.

Desde allí dirijo mis pasos rumbo al recién nacido Vía Principalis, un restaurante que echas raíces en la calle Ancha. Su propio nombre es toda una declaración de intenciones. Allí espera Tino —responsable del local— para confirmar todos los datos que ya me adelantó el arqueólogo municipal, Victorino García Marcos. Llego tarde a la cita, pero creo que la excusa lo merece. La Pulchra leonina acaba de retarme a pasar junto a ella y no mirarla. Imposible.

Aterrizo en el Vía Principalis y aunque falta para el mediodía, entro directo al comedor. Es allí donde aguardan los últimos restos romanos descubiertos en León hasta la fecha. Son «vestigios del cierre suroccidental de los Principia», señala Tino orgulloso, consciente del tesoro que se esconde a la vista de los clientes y curiosos que se ‘atrevan’ a cruzar sus dominios. «Digamos que fue el cuartel general de la Legión, el lugar donde solían guardar sus bienes más preciados», puntualiza Victorino.

Los restos de los Principia han sido calificados por decenas de expertos como unos de los más importantes de toda la Península en lo que al mundo militar se refiere. Y ahora, los más ‘nuevos’ forman parte de este ‘gran decorado’ en el que historia y gastronomía casan perfectamente. He de seguir. Me esperan otros tantos negocios locales con encanto y algo que contar en su interior.

La calle Ancha se queda estrecha. «León está de moda», me decían varios directores de hotel hace unas semanas. El más lanzado incluso apostilló que «viene gente pese al nulo apoyo de los políticos al ‘tema’ cultural». Sea como fuere, insisten en que no hay fin de semana desde el pasado mes de marzo en el cual no rocen casi el 100% de ocupación. Mientras un grupo de japoneses persigue a duras penas a su guía rumbo a la parte trasera del Palacio de los Guzmanes, giro hacia la calle Regidores, mi siguiente destino. En el número 9 se erige la siempre apetecible Bodega Regia con Marquitos y su legado en plena forma. Todo allí merece una visita, pero me detengo en una de las torres o cubos de la muralla tardorromana, compuesta por piedras que habían llegado del campamento militar más antiguo. Su estado de conservación es admirable. Al igual que el Principalis, en La Regia se puede comer como en casa junto a parte de los restos que conforman el ADN leonés.

A escasos metros está la única tienda de Adolfo Domínguez en la ciudad. Son muchos y muchas los que se visten de pies a cabeza con la firma gallega, pero pocos los que se percatan de que en su interior pudo erigirse una de las dos torres renacentista del Palacio del Conde Luna. Y digo ‘pudo’ porque en realidad sólo alberga los cimientos de lo que debió ser. «En el siglo XVI se llevó a cabo una reforma del palacio. La primera de las torres se llegó a concluir pero la que hoy descansa en esta tienda de moda no», puntualiza el arquitecto municipal. «En el propio palacio puede verse un dibujo de Juan Carlos Ponga —experto en urbanismo— de cómo hubiera quedado el proyecto final».

Es hora de volver sobre mis pasos para enfilar otra de las vías míticas de la capital leonesa; La Rúa. En su haber tiene algunos bares y tiendas con solera. De la lista se caía hace pocas fechas La Flor Novias, que ha dicho adiós después de muchos años. Pero pese a que su puerta permanece cerrada y sus llamativas luces apagadas, desde el escaparate se vislumbra parte de un paramento del lienzo sur de la muralla tardorromana. «Su estado de conservación es muy bueno», remarca García Marcos y, a diferencia de otros fragmentos, este «sí es el paramento original».

Continúo Rúa abajo hasta el otrora Hotel Carmina. Parte de su reconstruido esqueleto lo ocupa un famoso restaurante de comida rápida que hace más de una década aprendió a combinar su americana decoración con parte de la cerca medieval que lo atraviesa. «Dos son la murallas que se levantaron en León; la tardorromana y más tarde la medieval, de finales del siglo XIII y principios del XIV». Las dos, por cierto, fueron declaradas Monumentos Nacionales en el año 1931.

Últimas paradas

Mi recorrido por la Legio está llegando al final, pero aún me quedan un par de estaciones más. La primera en la calle Escurial y la última en pleno Barrio Húmedo. Justo donde los cientos de peregrinos que viajan hacia Santiago tiran de agallas antes de saborear el descanso del guerrero en las Carbajalas, una puerta arqueada llama poderosamente la atención. Es la sede de Decolesa, empresa de restauración y construcción ‘capaz de hacer realidad tus proyectos’, como reza su lema. En su interior pueden verse restos del empedrado del edificio renacentista —siglo XVI— que una vez se levantó allí.

Una pareja de peregrinos a punto de perder la esperanza me pregunta por el albergue. «Es justo aquí», les indico mientras resoplan aliviados por no tener que subir aquella nada amable cuesta que se asoma al fondo. Las flechas amarillas nunca mienten. Yo prosigo hacia la plaza San Martín y de ahí a la calle Cardiles y su Puerta del Rey o Puerta Pretoria. De nuevo Victorino desasna con paciencia. «Era la puerta sur del campamento romano, considerada siempre por los romanos como la más importante, ya que se veía directamente la fachada de los Principia». En la actualidad pasa casi del todo desapercibida, pero una vez estuvo flanqueada por dos torres rectangulares con aspecto similar a la de Puerta Obispo.

Seguro que en este paseo no están todos los que son, pero sirve como claro ejemplo de que el patrimonio leonés espera a ser descubierto mucho más allá de las guías oficiales.

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