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CULTURA

A vueltas con la realidad humana

Carmen Gómez Ordás expone sus lienzos y esculturas en la Fundación Vela Zanetti.

Las obras de esta exposición han ido estableciendo relaciones entre ellas una vez hechas y colocadas las unas junto a las otras.

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MARCELINO CUEVAS | LEÓN
León

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Carmen Gómez Ordás es una artista leonesa, de Villablino, y con su presencia explica, de alguna manera, el desconocimiento que en la capital se tiene de su tierra. Villablino es una hermosa villa, hoy un tanto silenciosa después del paulatino abandono del carbón, que está en una esquina de la provincia, lejos de las más importantes vías de comunicación y de la que hasta este momento solamente se tenía en cuenta a la hora de hacer balances económicos.

Pero Villablino es un lugar que, quizá por su ubicación, vive interiormente el mundo de la cultura de forma muy particular, sin que sus acciones tengan eco en la capital ni en otros lugares de la provincia. Por eso es muy interesante encontrarse con artistas como la veterana Carmen Gómez Ordás, que ha realizado numerosas acciones culturales en su tierra pero que solamente ahora llega a la ciudad de León para presentar su obra en la galería de la Fundación Vela Zanetti, cuando su carrera es ya muy dilatada e importante.

Ella es primordialmente una pintora que juega con la naturaleza y la abstracción. En sus cuadros, cuajados de materia, unas veces predomina la representación de elementos naturales y otras planean sobre ellos la imaginación y las sensaciones de la artista.

«Me gusta especialmente —explica— pintar formas curvas. Creo que en el círculo está la máxima perfección y las circunferencias me sirven para dotar a mis obras de una dinámica muy especial, de un movimiento que de otra forma no tendrían».

Carmen Gómez tiene una paleta de colores muy variada, algunos de sus cuadros son verdaderas explosiones de color, mientras que otros cuentan con una gama cromática muy restringida. «Las obras de esta exposición —dice— han ido estableciendo relaciones entre ellas una vez hechas y colocadas las unas junto a las otras, adquiriendo con el tiempo pretensiones de unidad. La pintura con carga matérica dota a la obra de objetividad y el paso siguiente es casi inevitable. Por eso he traspasado los límites del lienzo apara buscar la presencia física de la escultura».

Y la escultura tiene gran importancia en esta muestra que ella ha titulado De materia a materia. «En la instalación La colmena —comenta— aparecen varias cajas de madera que pertenecen a auténticas colmenas de abejas. Y esta estructura, esta arquitectura, está poblada de pequeñas figuras humanas realizadas en pasta de papel. He pretendido que estas frágiles figuras habiten un universo poderoso e infinito, muy lejos de la medida del hombre. Estos seres diminutos que se creen el centro del universo son en realidad unos seres atormentados por su dimensión humana, unos animales, en el mejor sentido de la palabra, que buscan una trascendencia imposible».

La pintora ha conseguido en esta exposición crear dos mundos superpuestos, por un lado el colorido y las dinámicas formas de sus lienzos y por otro esa arquitectura orgánica en la que sus hombres anónimos luchan por conseguir su espacio vital en el universo.

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