Diario de León

MINORÍAS ABSOLUTAS

Titiritando

Publicado por
OPINIÓN rafael saravia
León

Creado:

Actualizado:

Volvemos a fríos incomprensibles. Veo la escena: un patio enorme, blanco, sin decoración alguna. Una comitiva se acerca apesadumbrada... es la del reo que van a ajusticiar. El Cura y las autoridades la acompañan. Pero la magia del arte nos muestra esa segunda escena, paralela, otra visión... esa segunda comitiva, la del verdugo primerizo, mareado... ya no puede poner más excusas y su labor ha de realizarse.

Vómitos, nauseas, una situación imposible de no afrontar y de afrontar a la vez. En plano le colocan una corbata –esa soga al cuello que lo ejecuta simbólicamente- para estar más presentable. Esas dos realidades mostrando tan sólo una, la obvia, la acción de un funcionario en su trabajo: ser verdugo.

Si apelamos a la obviedad vemos a un Berlanga a favor de la pena de muerte que maquilla lo atroz y eleva a buen oficio el del ejecutor capital. Si nos fijamos en los detalles expuestos anteriormente, vemos la crítica, la sátira, la denuncia de un sistema que mata dos veces y en múltiples direcciones. El pueblo se carga al pueblo porque más arriba no se permiten manchas en las manos.

Denunciamos hoy a un grupo de artistas, titiriteros, por hacer una acusación real del sistema que nos ocupa y vigila. Les expongo la situación de la escena denunciada: La obra «La Bruja y don Cristóbal» representa una metáfora de la «caza de brujas» sufrida por el movimiento libertario.

En un momento de la obra un policía golpea a la protagonista hasta dejarla inconsciente. A continuación el policía coloca una pancarta con el texto «Gora Alka-ETA» sobre la protagonista para atribuírsela. La pancarta juega con el significado obvio que todos comprendemos y denunciamos y la expresión «Gora Alkatea» que significa «viva el alcalde».

Sin duda, esta obra es una obra si no partidista, sí de un fuerte contenido político, reivindicativa y muy posicionada en una realidad que podrán compartir o no sobre la connivencia policial para con ciertos poderes fácticos –máxime cuando en el poder gobierna el pensamiento ultraconservador-. Aquí si es comprensible cierta crítica.

Una obviedad mayor es que esta obra en absoluto era apta para un público infantil y en eso sí que debiera haber responsabilidad administrativa. Pero señoras y señores, la audacia y la reivindicación han sido condenadas y encarceladas.

Una obra que critica alegóricamente una realidad –la compartan con más o menos ahínco- jamás puede ser tachada de fundamentalismo. Berlanga no hizo apología de la pena de muerte... satirizó y concedió una visión brutal de cómo el sistema puede hundir a la moral más férrea. La muerte de un reo condenado por un régimen dictatorial y la muerte moral de un hombre por acceder a un piso de protección oficial y una vida sin señalamientos ajenos –aunque de por vida internos-.

Encarcelar –con una premura ajena a otros procesos más viles y perjudiciales para el pueblo- a unos artistas por denunciar una realidad que ellos conciben... es volver a ese miedo que Berlanga tuvo que solventar con giros de dictadura y arte.

tracking