RADIOGRAFÍA DEL LEÓN ANTIGUO
Cuando la calle Ancha era estrecha
Convencido de la trascendencia urbanística (y sentimental) que para la ciudad y sus habitantes tiene la vía que conduce a la Catedral, el investigador Juan Carlos Ponga ultima una obra en la que rastrea la tortuosa historia de su trazado
e. gancedo | león
«Y ésta es la calle Ancha», dice el leonés al visitante o amigo foráneo a quien guía, y lo suele decir con una mezcla de orgullo y de intimidad desvelada, como si le hiciera pasar al viejo pasillo de la casa del pueblo. La calle Ancha es la vía sobre la que durante siglo y medio se han deslizado los afanes, los amores y las labores de los capitalinos, y cada fin de semana y fiesta de guardar mece los paseos infinitos —en ambas direcciones, claro— de familias, parejas y transeúntes desocupados.
Monumento en sí mismo, escaparate para los suntuosos edificios con galería y mirador de aquella burguesía minera, farmacéutica o comercial, la calle tendida entre la Diputación y la Catedral, entrañable y transitada, está siendo objeto de un amplio estudio por parte del investigador y experto en urbanismo Juan Carlos Ponga, quien prevé publicarlo en marzo, en forma de libro y bajo el sugerente título de Historia de la calle Ancha desde que era estrecha. Porque en él cuenta cómo este vial era antaño exactamente igual que todas las demás calles del León previo a la revolución industrial, tan sinuoso como hoy lo son Azabacherías o Cardiles, y que el primer plano que da cuenta del proyecto «para su alineación y ensanche» data de 1862. «Inicialmente tendría entre tres y medio o cuatro metros de ancho, y después de ese plan llegó a los once y medio o doce que tiene hoy», explica el también autor de libros como León perdido. Unos trabajos que no fueron, ni mucho menos, rápidos ni continuos. Se fue haciendo poco a poco, dependiendo de expropiaciones y obras municipales, «y de hecho, la última casa en ser alineada, la que hace esquina con la calle Conde Luna, a la que quitaron una esquina muy pronunciada para hacer chaflán (la actual ubicación del Luna 9), lo fue en un año tan tardío como 1951», ejemplifica Ponga.
Juan Carlos Ponga
El libro aborda también sus antiguas denominaciones («de Cervantes arriba era calle Catedral o calle Herrería de la Cruz, y de Cervantes abajo, calle San Marcelo o Cristo de la Victoria, las primeras eran las oficiales y las segundas, más populares», ilustra), los edificios que en ella existieron o existen («la primera casa elevada según la nueva alineación fue la del antiguo Bar Mansilla») y el hecho de que no es una alineación sino en realidad dos: «Se tiraron dos líneas rectas, una de la Catedral al palacio de Villasinda, hoy en parte el Hotel París, y la otra, de ahí al de los Guzmanes», cuenta, y hace ver cómo en algún caso —el de la Farmacia Merino— no se respetaron esas líneas maestras.
«Los leoneses la llamaron calle Ancha porque, en realidad, fue la primera que se ensanchó, el primer lugar donde se practicó lo que luego serían los llamados ‘ensanches’. Aunque hoy nos parezca mentira, entonces era la más amplia de la ciudad», especifica Juan Carlos Ponga.
Comercios emblemáticos presentes en el libro, además de la Cafetería Victoria o los bares León y Mansilla, son la Farmacia Merino («que antes estuvo en la calle Nueva, hoy Domínguez Berrueta, o sea, la que va de la Catedral a la plaza Mayor, y después frente a la Catedral antes de su actual emplazamiento»), y los almacenes Olmedo o Roberto. Losas y muros que son más que eso, son historia y memoria esenciales para una ciudad.